Corrían los años 60... en aquellos años, la juventud de Cabra vivíamos con ansias de prosperar y tomarnos la vida en serio. Buscábamos nuevos trabajos, nos relacionábamos abiertamente con otros miembros de nuestro entorno; y queríamos superarnos a nosotros mismos, ya que para entonces el "Régimen" parecía que se abría un poco al mundo exterior. La Europa más cercana abría sus puertas, se iniciaba un bonito camino con la llegada masiva de extranjeros. Toda una gran esperanza como era… ¡el turismo!.
Culturalmente parecía que florecía entre la juventud de nuestro pueblo, nuevos horizontes y… uno de los puntos sobresalientes en este aspecto era la Sociedad Cultural del Centro Filarmónico Egabrense. De allí salieron varias iniciativas, entre ellas, fundar con una aportación económica, parecida a unas pequeñas acciones, la posibilidad de instalar una industria, contando además con otros recursos, que sin duda nos daría el Gobierno. Esta iniciativa tomó cierto vuelo, pero… era un esfuerzo mayúsculo, que finalmente no prosperó, a pesar de llegar a puntos importantes para poder lograrlo.
En otro momento, se planteó la refundación del Gran Imperio Romano de Cabra, para mayor lucimiento de nuestra Semana Mayor. Y esto, si se llevó a cabo y resultando un éxito enorme, como se demostró.
Y por último, pasemos al motivo de este artículo, la plantación de un gran pinar en el paraje de la Fuente de las Piedras. Aquella iniciativa la encabezaban varias personas y grandes amigos como fueron: Ramón Cantero París, Antonio Luna Pérez, Manuel Luque Moreno, Antonio Lara Jurado, José Tarifa Muriel, Manuel Guzmán Arroyo, Antonio Vivar Gómez, un servidor, y ... muchas personas más.
El proyecto era, que repoblar con pinos un espacio natural, tan maravilloso como era la “Fuente de las Piedras”, donde apenas había vegetación y muy poca arboleda, tan solo un grupito de álamos blanco y mucho pedregal...
Para ello creamos una comisión y en pocos días, un numeroso grupo de personas se hicieron eco de esta bonita llamada. El proyecto consistía que cada persona interesada, podía suscribir unas cuotas para la compra de un pino, que “sería de su propiedad” y también de "su cuidado" desde el mismo momento de su plantación, con la obligación de los primeros riegos hasta que enraizaran aquellos arbolitos.
El pedido de unas 300 plantas se vendió rápidamente y todas las personas comprometidas aceptaron con seriedad la labor de cuidado de aquel pinar. Para identificar la “propiedad” de cada arbolito, le poníamos una especie de pulsera metálica en el tronco con el nombre de su “propietario”; hubo quien compró varios con el nombre de sus hijos. Y también había dos especies de plantas, unas de mayor tamaño y otras más pequeñas, con diferentes precios.
Aquella iniciativa duró varios años y, en cuanto al cuidado de los mismos, daba gusto ver cuando llegaba un domingo o una“fiesta de guardar”, como numerosas personas y muchas familias acudían con una lata o regadera para “dar de beber a los sedientos arbolitos” . Ver crecer aquel incipiente pinar fue, yo bien diría... UNA MARAVILLOSA realidad.
Con el paso del tiempo, algunos pequeños pinos se malograron, otros se murieron de “vejez-prematura”, pero aún así, todavía hoy se conservan y se pueden ver en nuestra Fuente de las Piedras, muchos de aquellos ejemplares, que ahora tienen, eso si, más de 60 años y por tanto han pasado a una feliz “jubilación arbórea”.
¡No me digan, mis amables lectores, ahora que tanto se habla de preservar el Medio Ambiente y cuidar la Naturaleza, que aquella idea no fue un verdadero acierto...!
Si lo fue, una iniciativa que hoy recuerdo, de la que me siento orgulloso y que hicimos por el empeño de un puñado de amigos.
¡No me digan, mis amables lectores, ahora que tanto se habla de preservar el Medio Ambiente y cuidar la Naturaleza, que aquella idea no fue un verdadero acierto...!
Si lo fue, una iniciativa que hoy recuerdo, de la que me siento orgulloso y que hicimos por el empeño de un puñado de amigos.
Deberìamos aprender de tener esas inicitivas
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