¡Sí señor!...¡Olimpíadas en Cabra!... Esto ocurrió por los años 1944 al 1946, si mal no recuerdo. Como lo recordarán todos los egabrenses que hoy peinan canas y también grandes calvas, organizadas por nuestro más que centenario Instituto “Aguilar y Eslava”, y creo que siendo Director del mismo don José Arjona López, que fue mi director durante los años que yo estudiaba en el Instituto.
¿ Y, en qué lugar se celebraban estos importantes acontecimientos deportivos? Pues, como no podía ser de otro modo, en nuestro precioso “Campo Chico”, en la senda de “Enmedio” y que también era conocido por el “Campo de los Colegiales”. Junto a la huerta del popular Antonio Luna, al que todos llamábamos “El Loco Luna” y que a mí me parecía que estaba más cuerdo… que muchos de nosotros. Sus anécdotas, sus sentencias y sus poesías… eran el “Evangelio”. Más de una vez se lo he comentado a sus nietos Rosita y Rafael Luna, mis queridos amigos.
¡El motivo!... la inquietud y el buen hacer de aquellos profesores que componían el plantel de esta Institución, por entonces único Centro de Enseñanza de la comarca que daba este apreciado título de Bachiller, al alumnado que podía soportar económicamente estos estudios.
En esta época el Internado estaba floreciente, más de 200 alumnos de todo el Sur de Córdoba y provincias colindantes, como Jaén, Granada o Málaga e incluso de otras provincias más lejanas. En estas pruebas “olímpicas” participaban todos los alumnos del Instituto “Aguilar y Eslava”, fueran internos o externos, mayoritariamente de los primeros. Y se competía formando parte de dos divisiones: los llamados BLANCOS y los NEGROS, por el color de sus camisetas.
Las pruebas eran casi todas las habituales en las verdaderas olimpíadas: como saltos de altura y de longitud, diversas carreras, lanzamientos de plato, de martillo y jabalina, baloncesto, fútbol y les puedo asegurar que la calidad deportiva era bastante buena… incluso muy brillante. El entusiasmado público, que era muy numeroso, lo atestiguaban con sus aplausos durante los tres o cuatro días que duraban aquellas pruebas deportivas, animando a aquellos alumnos que ponían el alma compitiendo por su color y aquellos muchachos que su labor era la de cronometrar y arbitrar estos partidos y por último al esfuerzo económico que el Centro realizó en una época que debemos de catalogar como calamitosa, como fueron las postguerras, de la Guerra Civil Española y de la Segunda Guerra Mundial.
Antes de finalizar esta sencilla crónica, quiero señalar que las marcas obtenidas eran bastantes buenas y recuerdo especialmente a un joven llamado Fuentes, que alcanzó una marca muy cercana a la nacional, con un lanzamiento de jabalina, quiero recordar que mis amigos y yo estábamos sentados en la tapia que daba a la Senda de Enmedio, que estaba por entonces derruida y solo tenía poco más de un metro de altura, y la jabalina vino a caer a pocos centímetros más abajo de los pies de los chavales que allí estábamos sentados, al parecer lo previsto por los organizadores quedaba bastantes metros más alejados.
También destacaron algunos alumnos en las competiciones de fútbol, había un tal Valero que creo era de Baena, que años después jugaría en equipos de categoría profesional.
Y así termino mi historia, contando algo que podía haber tenido continuidad y que fue una lástima haber perdido dando pie al nacimiento de posibles atletas de las diferentes actividades deportivas que hoy tanto se valoran, emulando algo que desde hace muchos años realizan las famosas universidades de Estados Unidos e Inglaterra consiguiendo óptimos resultados.