Pequeñas Historias del Marruecos Español (II)
Ocurrió un día del verano del año 1953. Los veranos en ALCAZARQUIVIR eran de órdago, ya que la temperatura podía llegar a alcanzar los 56 grados a la sombra. Esto sucedía especialmente, cuando además soplaba un viento del desierto al que llaman sirocco, y que solía durar 3, 6 ó 9 días. Como dato curioso, os contaré que si ibas por la calle a las tres o a las cuatro de la tarde y llevabas la espalda empapada en sudor, te acompañaban irremediablemente cientos de moscas que conforme andabas te sobrevolaban como un enjambre a modo de una aureola, que al pararte “aterrizaban” todas a la vez sobre tus espaldas, así que la gente allí al verlas parecíamos santos con halos de moscas a cuestas.
Pero prosigo con la historia. Por mi condición de militar, me encontraba de guardia, al ser domingo, en las oficinas de la Intervención Comarcal. Estas guardias sólo las hacíamos los soldados oficinistas que prestábamos servicio allí; los funcionarios que pertenecían a este centro eran miembros de la Hacienda española y tenían su horario normal de este cuerpo.
Estas guardias eran de 9 de la mañana hasta las 10 de la noche y además del oficinista de guardia le acompañaba un radiotelegrafista que era quien transmitía las novedades y un ordenanza musulmán. Serían alrededor de las 2 de la tarde, y en mi departamento andaba yo escribiendo una carta a “mi parienta” del pueblo cuando noté una agradable pero lejana musiquilla, que al principio creía que era cosa de mi imaginación, pero que al cabo de un rato, aquello que parecía un susurro fue creciendo y creciendo en intensidad, hasta convertirse en un maravilloso estruendo, fuerte, ruidoso... sí era una música española muy conocida... ¡claro!... ¡era el pasodoble “España cañí”!
Me levanté corriendo hacia el vestíbulo de la Intervención y me encontré perfectamente engalanada a toda UNA TUNA. Era la Tuna Universitaria de Murcia con sus tradicionales trajes negros, sus cintas de colores y sus escudos de fieltro sobrepuestos. Aquello fue para mi algo emocionante. Cuando terminaron de tocar se presentaron, eran estudiantes universitarios murcianos que venían a Marruecos en viaje de fin de carrera. Así que de inmediato subí al piso del Comandante Interventor, don Vicente Ibáñez, para ponerle al corriente de aquella visita, quien bajó a saludarlos deseándoles su mejor estancia en la ciudad.
Una vez se marcharon los tunos hacia el centro de Alcazarquivir, volví a mi trabajo, ya más tranquilo pero aún emocionado de aquella magnífica sorpresa, de comprobar que en un país extraño el sentimiento que te produce sentirte español se hace mucho más profundo; y en particular de la melancolía que se siente recordando y añorando tu pueblo y a tu gente.
Todavía recuerdo el "parte" que envié al final de la jornada por radio a la Territorial de Larache y que fue el siguiente: “SIN NOVEDAD, SOLAMENTE LA VISITA DE UNA TUNA DE MURCIA EN VIAJE DE ESTUDIOS...”
Y hasta aquí otra pequeña historia, que espero haya sido del agrado de todos los que se acercan a este sentido rincón para el recuerdo.