Cada vez que mis pasos me llevan por la calle Pepita Jiménez, al llegar al cruce con la calle Almaraz a la derecha... vienen a mi memoria rancios recuerdos de años pasados, sus casas y sus cosas, las personas a las que conocía, pero sobre todo... recuerdo el refugio antiaéreo que se encontraba en la casa de la familia de don Cristóbal Ortega.
La casa de Ortega era un edificio espléndido, una casa típicamente andaluza, que daba a dos calles. La entrada principal, por la calle Almaraz, con un amplio zaguán y un hermosísimo patio central y creo recordar una bella fuente de azulejos en el centro; y por la calle Pepita Jiménez un gran portalón que era, sin duda, la entrada o puerta falsa, para las caballerías.
Pues bien, algo más abajo de esta entrada principal, había una pequeña entrada protegida por una reja pintada de negro y bajando una pequeña rampa o unos escalones, un magnífico salón de sótano, que en el año 1938, después del bombardeo lo dedicaron para un refugio antiaéreo público. (Hoy en día esta reconvertido en amplia cochera para los vecinos del inmueble que se levanto en aquella finca)
En estos refugios, a la entrada de los mismos tenían un pequeño letrero, que decía: REFUGIO PARA X PERSONAS. Y recuerdo igualmente que dentro del sótano había como un parapeto, con algunos sacos terreros.
Otro de estos refugios se encontraba frente por frente a mi casa, la conocida fonda o Pensión Guzmán, concretamente en el Instituto Aguilar y Eslava, al que se accedía por la entrada principal y pasado el primer vestíbulo, a la izquierda, (hoy es la entrada a la Secretaría), dónde había una pequeña antesala con el suelo de tarima de madera y allí colocado un teléfono público.
En el suelo de aquella antesala, había una puerta que abría con dos hojas hacia arriba y una escalera de madera que bajaba hasta el sótano del edificio, en la parte noble y daba a la calle Santa Ana, este lugar servía para varios usos, entre ellos para calderas de calefacción y almacén.
Pues bien , cada día que las campanas y la sirena de la Fábrica Pallarés, tocaban como a “arrebato”... eseo era el aviso de que se acercaban uno o varios aviones sospechosos de bombardear.
Los chavales del barrio teníamos nuestro lugar en aquel refugio del Instituto en la espera de un posible bombardeo, y cada uno de nosotros disponíamos de un pequeño palo que lo mordíamos como precaución frente a una posible explosión, pues se decía por entonces que de no hacerlo nos podía reventar los oídos… y dejarnos sordos.
Aquel sótano acomodado como refugio se componía de varios pasillos muy amplios y los cuales se comunicaban entre sí, esas fueron algunas de las razones por las que fue destinado como refugio antiaéreo público.
No recuerdo bien el detalle del rótulo sobre su capacidad. Lo que si recuerdo es que mi familia, al completo y mis amigos de mi entorno lo usábamos cada vez que sentíamos las campanas y la “cuerna” de la Fábrica de Pallarés. Pues con este nombre de “cuerna” se conocía aquella sirena que avisaba la entrada y salida de los obreros, aunque en este caso era del aviso de peligro de bombardeo.
Con el paso del tiempo este refugio antiaéreo es un histórico lugar que forma parte del actual Museo de la Fundación “Aguilar y Eslava”, hoy para suerte nuestra, un extraordinario lugar cultural, histórico y didáctico.
Estrujando mi cerebro, también me viene a la memoria, que existía otro refugio antiaéreo en la Torre del Campanario de la Parroquia de Asunción y Ángeles, es decir, en el espacio que había entre los peldaños de subida de la torre.
En opinión de las autoridades militares del pueblo de aquellos tiempo, era un lugar muy protegido de las bombas, y sí recuerdo que hasta hace pocos años se podía leer en el rótulo de para…”tantas personas”.
Otro de estos refugios antiaéreos se encontraba cerca de allí, bajando la carretera hacia el Junquillo, a mano izquierda, en la muralla del Castillo de los Condes de Cabra y al jardín que hoy es la bonita Oficina de Turismo Local. Bajando la cuesta hacia el puente del Junquillo, como a unos 20 o 30 metros había otro de estos refugios antiaéreos, el cual, pasados los años, fue transformado en un Servicio Público de Caballeros, y hoy se encuentra tapiado.
Terminando este relato, tengo que decir que existío otro de estos refugios públicos, del cual me enteré hace pocos días, gracias a la veraz información que me ha facilitado un viejo amigo, que reside en Asturias, en el bello pueblo de Luarca. Este refugio antiaéreo estaba vinculado al lugar de trabajo de su padre, que era la conocida como LA ELECTRA, muy cerca de la Parroquia de Santo Domingo y al Colegio de la Fundación Termens.
Lo curioso del caso, es que junto al del Instituto, sería de los pocos que quedaría en nuestros días. Pues aún se puede ver en el patio de la Central las dos entradas rectangulares de acceso a aquel lugar.
Esta Industria eléctrica desapareció y su edificio se encuentra actualmente en un estado lamentable.
LA ELECTRA fue de mucha importancia para nuestra ciudad durante muchos años y fue conocida con varios nombres: en sus inicios que datan de 1926, se llamó “ELECTRA INDUSTRIAL ESPAÑOLA S.A."; a los 10 años fue vendida a la Empresa “COMPAÑÍA MENGEMOR”; y posteriormente a “LA HIDROELÉCTRICA DEL CHORRO”... por último, quedó absorbida por otra de la competencia, LA COMPAÑÍA SEVILLANA DE ELECTRICIDAD.
LA ELECTRA fue de mucha importancia para nuestra ciudad durante muchos años y fue conocida con varios nombres: en sus inicios que datan de 1926, se llamó “ELECTRA INDUSTRIAL ESPAÑOLA S.A."; a los 10 años fue vendida a la Empresa “COMPAÑÍA MENGEMOR”; y posteriormente a “LA HIDROELÉCTRICA DEL CHORRO”... por último, quedó absorbida por otra de la competencia, LA COMPAÑÍA SEVILLANA DE ELECTRICIDAD.
Me gustaría saber de otros refugios antiaéreos, que, sin duda, debíeron haber en Cabra, pero por mucho que activo mi memoria, no me da para más; por lo que finalizo este modesto trabajo sobre mi propia “memoria histórica”, ya que en verdad son temas, que me apasionan...