Hoy me viene a la cabeza un tema muy curioso. ¿Cómo se utilizaba el agua en las casa y cómo se hacía la limpieza de las calles de Cabra en los años 1930 a 1950, años ya remotos de nuestra historia local?
Es sabido que Cabra es población rica en este liquido elemento, hoy muy escaso, como es el
agua. Recurso interesante y en estos tiempos, codiciado e imprescindible.
Las viviendas
de los vecinos egabrenses, la mayoría eran casas con agua en propiedad, es decir que sus dueños disponían de una importante cantidad de agua, la cual no pagaban. Así pues, las acometidas no
tenían corte o grifo, siendo en la mayoría de los casos, un simple tubo de hierro o plomo por el que fluía el agua a todas
horas. Y que para menor molestia, las amas de casa de aquella época le solían ponían una cuerda para que el
chorro del agua hiciera el menor ruido posible o una tabla empinada que atenuaba el
fuerte golpeteo del chorro.
Al cabo de unos años el Ayuntamiento empezaría a cobrar una tasa por “llevar
la conducción” de este preciado líquido desde el manantial de la Fuente del Río a las casas y lo
calculaba por el tamaño en milímetros de la sección del tubo de entrada, según constaba
en la correspondiente escritura de propiedad.
Además de este suministro, muchas casas
tenían su propio pozo. Y en algunas ocasiones se compartían con los vecinos
y para ello, incluso en muchos casos se llegaban a dividir con un tabique, que permitía el acceso al mismo por ambas casas.
En los rigurosos veranos de calor, que también los
teníamos, era una delicia, el uso público del agua que se hacía, normalmente, a la caída de la tarde. Entonces
unos amables empleados del
Ayuntamiento, tenían como misión, con unos escobones de “zaína”, barrer las calles y posteriormente desplegar en ellas unas mangueras de riego de 5/6
centímetros de grosor, con más de veinte metros de largo, que transportaban
deslizándolas por el pavimento de las calles, con un peculiar ruido.
Aquellas mangueras se enchufaban
en unas rejillas con tapa de hierro que había en todas o…en casi todas las
calles de nuestro pueblo, a una distancia ya previamente calculada… ¡Vamos!,
como si ello fueran puntos de aprovisionamiento, como hoy las gasolineras en
carreteras.
¡Y entonces venía lo mejor!... Estos simpáticos y generosos
funcionarios, cogiéndose a la manquera, abrían la salida en dicha rejilla y con
la enorme boquilla de riego de bronce pulido y brillante, que medía más de
medio metro… refrescaban el ambiente, con un generoso chorro de limpia y
fresca agua de nuestra Fuente del Río.Puedo asegurarles, amables lectores, que entonces se producía un agradable y embriagador olor a “tierra mojada”… ¡que era una verdadera delicia!… que el mejor de los perfumes no lo superaba…-¡ Y les doy mi palabra!. Las calles de Cabra, después de estos riegos quedaban como… los “chorros del oro”.
Yo lo recuerdo perfectamente... En mi casa, en la llamada Fonda Guzmán, frente a nuestro Instituto y la Ermita de la Soedad, había en una pila de piedra caliza muy grande… con uno de esos tubos brillantes metálicos, grueso como un pulgar, del que salía constantemente un chorro de agua durante las 24 horas del día y de la noche, fresca como el hielo y que caía suavemente en una delgada tabla, que de húmeda, parecía de gelatina. Y en la casa de mi entonces novia, había un precioso y pintoresco pozo, junto a hermoso y florido “celindo” que era para pintarlo... cosa que también hice, allá por el año 1950 y que aquí les ofrezco.
Había una persona a la que personalmente le tengo un gran
afecto y que fue la viva estampa del funcionario que describo. Es “consuegro” de este
“escribidor”, se llamaba Francisco Muñiz Corpas, un modelo de persona por su
afabilidad y bondad. Cariñosamente más conocido por “El Campanero”. Desde estas
líneas un saludo a sus hijos Paco, Antonio, Juande y Pedro y mi recuerdo y felicitación por
aquellas agradables horas de veranos calurosos a los que vuestro buen padre nos
los endulzaba con aquel chorro de helada agua.
Así termino este humilde relato que creo pude gustarles. Hace tiempo que no les cuento nada en mi blog, pero ya estoy
dispuesto a volver a los “ruedos" de estos personales relatos.
Cabra a 20 de abril de 2019... con la Soledad en la calle.
Esos riegos se echarán mucho de menos
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