Tendría yo unos 8 ó 9 años cuando los chavales de entonces, vivíamos las consecuencias de la Guerra Civil española, aunque la verdad, para nosotros más que una terrible realidad, en muchos aspectos era una “gozada”, ya que no teníamos escuela los primeros tiempos y andábamos jugando por las calles, especialmente por donde había soldados... en torno a los Grupos Escolares (hoy Colegio de Ntra. Sra. de la Sierra); en la falda de la Atalaya, donde hacían las maniobras los soldados italianos, o en la Estación de ferrocarril, siempre concurrida por el ir y venir de tropas y de gentes.
Uno de nuestros juegos preferidos era coleccionar las estampas de la Guerra de Abisinia. Los chavales cambiamos las repetidas por otras, y también las jugábamos con los juegos de bolas o con las mismas estampas, y para estos juegos teníamos una imaginación enorme.
Esta segunda guerra se produciría porque la Italia “del Benito Mussolini”, a igual que la de Hitler en Alemania, querían aún mayor expansión de sus colonias africanas, movida por los beneficios que extraían y aprovechando que Europa estaba cansada de complicaciones bélicas. Tanto Hitler como el Duce Mussolini se rearmaban con toda prisa, disputando estos territorios incluso al Imperio Británico, que era el más importante estado colonial de toda África.
Como Alemania, después de la Primera Guerra Mundial, ya venía realizando dicho rearme. También lo hacía Italia, que tenía el sueño de la A.O.I (África Occidental Italiana). Para ello, buscó los motivos y, aprovechando circunstancias fronterizas con Somalia y otros países cercanos, invadió Etiopía en una guerra que sucedió por los años 1937 y 1938.
Esta guerra desproporcionada enfrentaba la gran potencia italiana, frente a una débil Etiopía. La proporción era de unos 500.000 soldados africanos mal armados, contra los italianos que contaban con unos 250.000/300.000 hombres, cerca de 600 aviones, 700 tanques y bastantes barcos de guerra para su apoyo.
Esta guerra duró relativamente poco, aunque le costó a Italia unas 10.000 bajas, contra más de 200.000, por la parte etíope. En esa época al rey de Abisinia se le conocía como el Negus, aunque su nombre era Haile Selassie, que reinaría hasta 1974, cuando fue derrocado por el comunismo. Hoy Abisinia forma una república, con la actual Etiopía, que se encuentra en el llamado “Cuerno de África”, uno de los territorios más pobres y desolados del mundo.
Recuerdo que durante nuestra Guerra Civil, parte de estos soldados italianos,formaron parte del llamado Batallón Liborio, que fue el que estuvo en Cabra para “tomar” Málaga. Estas tropas italianas, se alojarían frente a mi casa la Fonda Guzmán, en el Instituto Aguilar y Eslava, circunstancia que motivó que la mayoría de ellos comieran en mi casa, en la citada Fonda, y fueran mi madre Mamá Rosa y mi hermana Carmen, las responsables de dar de comer a estos hambrientos soldados, procedentes como digo, de las tropas que invadieron Etiopía.
Uno de estos veteranos soldados, llamado Salvatore se hizo muy amigo de mi familia y a mí casi siempre, me daba alguna chuchería y repasaba conmigo las estampas de su Guerra de Abisinia, origen de este relato.
La expansión de Italia en el norte de África, en Libia, Abisinia o Etiopía fue muy importante y ocurrió en esa época fascista de Benito Mussolini. La llamada Guerra de Abisinia concluyó con la victoria italiana, bajo el mando del General Pietro Badoglio, que fue recompensado con el nombramiento de “Duque Badoglio”.
Aquella guerra se reflejó también en nuestra infantil "guerra de estampas”, pues intercambiábamos cromos para llenar el álbum, en una auténtica “guerra” por poseer la estampa más difícil, que era la manera que tenían las firmas de “chocolate”, para vender más sus populares chocolatinas...
En aquellas estampas de la Guerra de Abisnia, en sus imágenes, podíamos observar además la gran diferencia de armamentos: tanques, ametralladoras, aviones, barcos y minas submarinas italianas… contra las lanzas y fusiles y poco más, por parte etíope.
Una guerra desproporcionada y cruenta, que tuvo su reflejo ingenuo y lúdico, en unos cromos pegados con engrudo de harina en los álbumes de muchos niños... como yo.
Preciosa historia.
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