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lunes, 11 de diciembre de 2017

MEMORIA “FUTBOLERA” de los AÑOS 40



Piensen mis lectores en la efervescencia que existe en la actualidad en España, como consecuencia del deporte nacional llamado…FÚTBOL. 

A mí, personalmente me gusta más la españolísima palabra de BALOMPIÉ...¿No les parece? Pero es tanta la expectación del fútbol, que basta oír a los comentaristas de las emisoras punteras como la SER, la COPE, o RNE ... y como muchas veces parece que se “van a meter mano”, se insultan y terminan periodistas conocidos prácticamente afónicos, por las voces que dan ante los micrófonos. 

Pues bien, esto no es nada con las situaciones que vivíamos el “personal aficionado” en Cabra como en Lucena, aquellos lejanos años 40. 

Los chiquillos de mi edad, sobre todo; pero también lo mayores, personas formales y serias, que también iban a la saga. Con una competencia atroz entre las directivas de los clubes que representaban a nuestras dos ciudades, Cabra y Luvena. Vamos que lo que vemos hoy sobre el “espectáculo del Procés Catalán” era ¡peccata minuta!…¡una anchoa!..

Las situaciones que se vivieron en nuestras respectivas localidades por este asunto de fútbol, algunas eran lamentables, pero otras muy graciosas.

Cuando había encuentro en los equipos entre Cabra y Lucena o viceversa, las asistencia del equipo forastero siempre era enorme. En Cabra, por ejemplo los aficionados asistíamos montados en camiones, e incluso en el “Coche de San Fernando” (unas veces a pie y otras andando). 

Yo fui con mi padre más de una vez en el “COCHE DE TRAPISONDA”, salíamos de la Plaza Vieja un par de horas antes del partido. TRAPISONDA era un barbero de nombre Pedro. Su barbería estaba en la calle Buitrago, casa arriba de la confitería de Emilia Fernández; exactamente en la casa que estuvo la carnicería de Eusebio Muriel. 

Este simpático personaje iba contando chistes y ocurrencias durante todo “el trayecto”, haciendo la delicia del personal que lo acompañaba, mayormente chiquillería de entonces, no menos de 70 o 80 personas. El regreso era muy parecido, al finalizar el partido nos reuníamos de nuevo cerca del Club de Tenis de Lucena y volvíamos para Cabra en el mismo “VEHÍCULO”. 

Una vez me ocurrió, que uno de aquellos regresos no lo pudimos hacer en el “Coche de Trapisonda”, ya que tanto mi padre como yo, viendo el cariz que tomaba aquel partido, una media hora antes de que finalizara salimos del “Campo de Fútbol de los Velones” y corriendo nos pusimos en la Carretera de Lucena a Cabra temiendo lo peor.

Y de verdad, que aquel día el partido terminó en una “Batalla Campal”, en la que hubo heridos y algunos "aficionados" fueron detenidos y llevados a la cárcel. Menos mal, que había en Lucena dos policías de Cabra, de la “Secre”, que impidieron más de una situación de injusticia de algunos guardias municipales lucentinos con algún paisano.

Otras veces ocurría, que tanto en Cabra como en Lucena, al saber que algún visitante era de la ciudad colindante sufría amenazas y más de un insulto. Y esto no era agradable, y de verdad que se daba.

Se contaba que al vendedor de los ricos HOJALDRES DE LUCENA lo insultaban habitualmente cuando el buen hombre voceaba su rica mercancía. Decían que recibió alguna que otra “bofetada” de algún “forofo egabrense” y, ante estas situaciones violentas, el vendedor se defendía pregonando a voz en grito:¡¡AL RICO HOJALDRE DE LUCENA!!.. y lo finalizaba diciendo : ¡¡Y EN EL FÚTBOL SOY NEUTRAAAAL!!...

Esto que cuento no es broma, era la pura realidad de entonces, y no cabe duda de que, viéndolo con perspectiva, realmente éramos unos cafres. 

Llegó esta antipatía y “guerra sucia” hasta tal punto, que en una ocasión, en un encuentro futbolítico entre Cabra y Lucena, el equipo lucentino se reforzó de tal forma que su alineación era casi la totalidad del Córdoba C.F., que entonces era un gran equipo. 

¿Qué creerán que se les ocurrió a nuestros paisanos?... Pues que un responsable del C.D. Egabrense fuera a Málaga y contratará a once cargadores del Puerto, que no habían visto un balón en su pajolera vida, y los presentaron ante la afición lucentina. 

La “facha” de aquel equipo era de pura risa, una caricatura de deportistas. Perdió el Egabrense por 19 goles a 0.

Ese mismo día en Cabra, se disputaba otro gran encuentro, pero entre nuestro C.D. Egabrense y un combinado de Valencia. Todavía recordamos algunos de aquellos futbolistas valencianos, que fueron fichados después por nuestro equipo titular. Había uno que se llamaba San Gregorio que dio mucha gloria futbolera a nuestro pueblo.

El tiempo y el olvido cerró, afortunadamente, esta página de “antipatía entre pueblos hermanos” y del que no debemos de sentirnos nada orgullosos, pero así era entonces el deporte del fútbol, un deporte que no debiera nublar el "sentido común" de las personas, que ya se sabe, es sin duda el menos común de los sentidos. 



lunes, 27 de noviembre de 2017

TEORÍA SOBRE EL MANANTIAL DE LA FUENTE DEL RÍO


Nuestro pueblo, como sabe mi querido lector, se encuentra a los pies de la hermosa Sierra de Cabra, epicentro de la Subbética cordobesa, y donde localizamos el bello paraje llamado la “Fuente del Río", tradicionalmente uno de los rincones más admirados y visitados de nuestra ciudad.

Los diferentes manantiales de este sitio, se encuentran en la base de un enorme promontorio rocoso calizo, de donde brota un agua purísima y fresca. Este rincón que se puede definir como un lindo y primoroso enclave natural, muestra preciosos arriates y es nacimiento de un importante río, que en los años de abundantes lluvias se conforma por numerosas y alegres cascadas, cuya música alegra los sentidos.

Además a unos metros del espacio de nacimiento del río Cabra, hay también otros manantiales de la misma agua cristalina y pura, como los existentes a las cercanas Piscinas Municipales, que alimentan, como si fueran primero afluentes al joven río Cabra y con el que reúnen un caudal que marcha en dirección sur.


En su curso se van derramando aguas de otros riachuelos y al mismo tiempo se van regando las hermosas huertas, que le acompañan durante todo este recorrido hasta llegar a un “no muy grande” pantano llamado “Cordobilla”, que creo estaba cedido a la Cía Sevillana de Electricidad. Después de “dormir” un tiempo en dicho pantano, para alegría de los aficionados que hemos pescado más de una vez allí alguna que otra trucha, transcurre nuestro río en un lento caminar hasta que se diluye en el Genil, adentrándose posteriormente por tierras de la sevillana ciudad de Écija.

Al principio, como digo anteriormente, recibe infinidad de otros pequeños riachuelos, pero hay algunos hermanos mayores como son el Santa María, Alamedal, Góngora y varios más que al final de su cansado recorrido, definitivamente, van a confluir hasta el histórico Rio Guadalquivir, que en árabe significa “río grande”.

Pero todos mis paisanos saben que a unos 200 metros del manantial principal de la Fuente del Río, en aquel sitio que se conoce con el nombre de la Fuente-Vieja, en años normales no sale agua… pero en años abundantes de las deseadas lluvias, se comporta o sirve de “termómetro” a las gentes sencillas para saber que se trata de un buen año de agua. Este curioso termómetro hídrico se completa cuando en el manantial llamado de “la Virgen”, también salen abundantes chorros de agua a diferentes alturas en pequeñas cascadas.

Pues bien, estas circunstancias descritas hizo que un prohombre egabrense, de origen levantino, llamado Don Alfonso Santiago Contreras llegara a desarrollar una curiosa teoría, que consistía en explicar que el agua que brota en la Fuente del Río en realidad se encontraría embalsada en un inmenso lago que tenía que haber en las mismas entrañas de esa montaña que se eleva sobre este parque, origen de la mayoría de todos los manantiales. 




Y sostenía Alfonso Santiago, que si se pudiera horadar esta montaña, veríamos con nuestros propios ojos... una grandiosa, y hermosa cueva que serviría de cobijo a un gran lago.Y buena prueba de ese hecho sería comprobar las salidas del agua por sus manantiales a diferentes alturas, según fueran años de más o menos de abundancia de lluvias.

Existen en Andalucía varias cuevas abiertas al público que reciben un millón de visitas al año, de lo que se llama turismo subterráneo. Un recurso natural que nos ofrece un especial punto de vista sobre las entrañas del territorio que pisamos y que en nuestra comarca tiene la consideración de Geoparque de Europa.

Como es lógico pensar, esta aventura de excavar en la montaña, que podíamos denominar como “mágica”, nunca sería posible, las autoridades no lo permitirían ya que el agua, es “muy caprichosa” y podría ocurrir que el nacimiento de esta riqueza de agua se fuera para otros puntos y dejara a nuestro pueblo huérfano de esta bendición que el buen Dios ha proporcionado a todos los egabrenses.

Así pues, fuera cierta o no, la teoría de Alfonso Santiago sobre la existencia de un gran lago subterráneo capricho de las formaciones kársticas en el paraje de la Fuente del Río, que se convirtiera en una gran atracción turística, a mí me suena interesante y como me lo han contado yo lo cuento…

Y es que no podemos negar que la idea de poder penetrar en las entrañas de la Sierra, madre que nos bendice con el“oro transparente” de su agua, y poder descubrir esa supuesta e inmensa cueva y lago subterráneo, cual milagro de la naturaleza, es cuanto menos extraordinariamente sugerente...

sábado, 18 de noviembre de 2017



Cabra, nuestro querido pueblo no se priva de nada. Presumimos de  tener de todo y, la verdad, no vamos descaminados. Incluso a muchos, nos gustaría tener también un monumento natural parecido al turístico sitio americano, con el que ilustro la cabecera de este relato.

Y es que hace algunas fechas remití a las autoridad local, al concejal correspondiente, a título personal y solo informativo, sobre la situación del conocido como arroyo de la Gorguera, que transita aledaño a  la calle Hnos. Gómez Moral, desde la parada del Bus de esta calle hasta el puente que cruza hacia la zona de la barriada. Yo vivo en la zona y en pocos años he observado que su profundidad ha descendido varios metros. 

Entiendo, que esta situación aunque pudiera preocupar también a nuestro Ayuntamiento, como arroyo, depende de la Confederación del Guadalquivir. Pero viendo las cosas con optimismo, me gustaría pensar que, de continuar esta erosión, nos llevaría a tener en Cabra un monumento natural como el Gran Cañón americano. 

Vendrían a verlo de lugares remotos, como Lucena, Doña Mencía, Carcabuey, Rute y de seguir así pienso que para el 5081 o 5082, aproximadamente si cae en año bisiesto o no, podríamos tenerlo a punto, si mis “concienzudos” cálculos no me fallan.


La zona comentada del Aradillo y Barriada que flanquean el arroyo la Gorguera, es muy agradable para dar paseos que nos ayuden a rebajar el colesterol, y como viene el caso a “pelo” me gustaría comentar, que en esta calle dedicada a nuestros ciclistas un día internacionales y grandes ganadores de importantes carreras nacionales y extranjeras, que viene a tener unos 200 metros de trayecto, en sus primeros 100 metros hay 5 bancos de fresquita piedra caliza de Cabra. Pero hay otros 100 metros, que no, y que al llegar a la parada del Bus con la lengua cerca del suelo, buscando donde poder sentarnos y seguir el agradable paseo, no encontramos el modo de echar una "descansailla".

Y la solución, se me antoja es bien sencilla,  que a cada 30 o 40 metros hubiese un banco… lo agradeceríamos, todos los que por allí paseamos, con el corazón,  el cual, seguro, nos latería algo más despacito...

lunes, 25 de septiembre de 2017

El Colegio del Hospital



Existía en Cabra un antiguo colegio infantil llamado del Niño Jesús o del Niño Jesús de Praga, también conocido como colegio del Hospital. Un centro para alumnos de un nivel económico medio, que estaba a cargo de Hermanas de la Caridad del Hospital que se encontraba en dependencias del antiguo Convento de Santo Domingo de Guzmán.


Aquel colegio del Hospital tendría su continuación en el nuevo grupo escolar construido por la Vizcondesa de Termens, que se llevó a las hermanas de la Caridad de San Vicente de Paul a unas extraordinarias y modernas instalaciones creadas para ellas en los años años 30, del siglo XX.

Y así lo recuerdo yo, cuando estando en aquel viejo colegio del Hospital, un buen día pasamos al nuevo centro de la Fundación Escolar Termens, patrocinado económicamente por la Excma. señora doña Carmen Giménez Flores, Vizcondesa de Termens.

La fecha en que el Colegio del Niño Jesús del Hospital dejó de funcionar, como tal, sería por tanto en 1934, año en el que pasó todo el alumnado a este nuevo Colegio de Termens, que se encontraba frente por frente de la puerta de nuestro “Colegio Hospital” de Santo Domingo de Guzmán.

Mis hermanos, Pepe, Pablo, Manuel y yo fuimos a este colegio, desde los 4 ó 5 años, y posteriormente a otros centros de Cabra de otros niveles, como el también recordado Ave María, hasta llegar a la segunda enseñanza en el Instituto “Aguilar y Eslava” o, en el caso de las niñas, al colegio de las RR.MM. Escolapias.

Del escaso tiempo que pasé por el Colegio del Hospital, guardo pocos recuerdos, solamente me acuerdo de una de aquellas monjas, a la que le teníamos un gran cariño, se llamaba Sor Inés. Entonces los padres tenían la costumbre de enviarnos al “cole”, con la comida del mediodía y eran las mismas monjitas, las que se encargaban de dárnosla. Yo sería de los más pequeñitos tendría cuatro añitos...

Después de pasar al nuevo colegio de Termens estallaría nuestra lamentable Guerra Civil, que en sus primeros momentos del año 1936, o sea, a partir del 18 de julio, provocaría la suspensión temporal de las clases. A principios de 1937 la actividad escolar sería recuperada de nuevo, con un ritmo casi normal.

Y digo casi normal, porque lo que si advertimos mis compañeros y yo diferente al reanudarse las clases en el colegio de Termens, fue la presencia de un joven profesor que nos daba instrucción militar. Aquel joven monitor se llamaba Adriano, y era músico de la Banda Municipal de Cabra.

A la salida de la clase del mediodía, junto al portalón grande en el patio del colegio de Termens, formábamos como si fuéramos pequeños soldados y frente la bandera nacional cantábamos los himnos y canciones patrióticas de la Falange, los Requetés, el ”Cara al sol”… Lo que no recuerdo bien, si lo hacíamos a diario o solo al final de la semana. 

De estas historias se acordaran, tan bien como yo, algunos de mis compañeros de entonces, como Félix Ruiz, Fernando Borrego, Rafael Valle, los hermanos Rafael y Antonio Barranco Prieto, Rafael Leña, Rafael Nieto, Manolo Lama… y, especialmente, Rafael Amorós Capilla, al que le mando desde estás páginas un abrazo hasta su residencia en Luarca (Asturias).


Se ilustra este artículo con dos fotografías, la primera del Colegio del Niño Jesús del Hospital debe ser de 1933 o 1934.

En la segunda foto, que es posterior y ya en el colegio de Termens, reconozco entre otros compañeros a los siguientes:

En la primera fila sentados, Antonio Lopera, los hermanos Pepe y Antonio Barranco Prieto, y un tal Gutiérrez. En la segunda fila, Rafael Nieto, Rafael Leña… y en la tercera fila, José Manuel Serrano. Y en la fila superior, Féliz Ruiz, Antonio Ruz Viñas y Rafael Valle, que era hijo del portero de este Colegio. Las monjas son, Sor Enriqueta, Sor Felisa y Sor Julia.

Actualmente la Fundación Escolar Termens se llama oficialmente Centro de Educación Especial "Niño Jesús", en recuerdo a aquel viejo Colegio del Hospital...



jueves, 14 de septiembre de 2017

Don MIGUEL RUIZ BALLÓN, un profesor genial...


Don Miguel Ruiz Ballón era un profesor genial del Instituto Aguilar y Eslava de Cabra. 

A don Miguel todos sus alumnos le teníamos un enorme afecto y simpatía, ya no sólo por todas sus ocurrencias, sino, sobre todo, por su gran humanidad. 

Cuando lo recuerdo... aún me parece verlo en su clase de Ciencias Cosmológicas, allí, sentado en su bufete, sobre aquella gran tarima y con los pies apoyados en una de las bancas que ocupábamos sus alumnos. 

Don Miguel era un hombre corpulento y en sus modales parecía muy sencillo. Muy respetuoso con todos nosotros,  nos contaba interminables historias salpicadas de anécdotas y de momentos graciosos, y que curiosamente al final de cada una, como si fueran fábulas,   siempre terminaban relacionándose con la Historia natural o las Ciencias de la naturaleza, como se diría hoy. 

Un día don Miguel nos contaba que cuando entró a su casa y detectó un cierto olor a amoniaco… aquel día en su vivienda había albañiles trabajando,  y nos explicó, que normalmente durante esas horas de trabajo, los operarios orinaban en un pequeño retrete que había en el patio de aquella casa , y claro … ¡como entonces no había cisterna!, el resultado de aquellas abundantes micciones era la descomposición de esa “materia”, o sea el pipí, que pasado un tiempo, se descomponía al contacto con el agua del sumidero en un gas incoloro de olor desagradable, compuesto de hidrógeno y nitrógeno que se empleaba frecuentemente en la fabricación de abonos y productos de limpieza ... esto es: amoniaco.

Bonita y original manera de explicarles a aquellos jóvenes de corta edad, la naturaleza orgánica de las cosas cotidianas que nos rodean.

De D. Miguel Ruiz Ballón, se cuenta también infinidad de anécdotas, todas muy simpáticas. Y algunas, incluso, me pasaron a mí:

Un día me llevé a una de sus clases un pequeño camaleón. Al poco rato, mis compañeros se “chivaron” al profesor de la presencia de mi mascota  y con potente voz, don Miguel dijo: -¡EL DUEÑO DEL PEQUEÑO REPTIL PRESENTE EN LA CLASE, SALGA FUERA Y DEPOSITE AL ANIMAL EN UN LUGAR ADECUADO!.-Yo perplejo ante su orden, inmediatamente me levanté, lo deposité en un  rincón del aula, siguió las explicaciones como si tal cosa,  y me lo llevé al terminar la clase.


También se oía contar que don Miguel, con dos profesores muy amigos suyos, iba muy a menudo a Lucena para almorzar a una Pensión y Casa de comidas, entonces muy conocida por sus exquisitos potajes. Y como era hombre de buen comer, muchos decían: que cuando acudía a alguna celebración o banquete, era capaz de tirarse DOS O TRES días en ayunas.

En una ocasión que fue al Casino, estrenando gabardina,  unos amigos bromistas se la cambiaron por otra vieja, sucia  y cochambrosa y el pobre de don Miguel no salía de su asombro ante el inesperado contratiempo. 

Como señalaba al principio de este relato, para sus alumnos don Miguel Ruiz Ballón  fue un profesor genial,  un tipo simpático y ocurrente, que dejó en Cabra una gran familia, a pesar de que no tuviera hijos en su matrimonio. Sería mi gran amigo, Rafael Barranco Prieto, que fuera adoptado legalmente como suyo, quien compartiría parte de su vida y de su recuerdo, y al que le mando un abrazo afectuoso.

Finalmente, como en otras ocasiones repasamos su biografía extraída de una semblanza a su persona realizada en la prensa local egabrense.

“Nació don Miguel en Lucena en agosto de 1883. De una familia humilde, que tuvo que desempeñar en su juventud diferentes oficios, entre ellos el de aprendiz de carpintero. Dotado de una clara inteligencia, se propuso estudiar el Bachillerato en Cabra, para lo que tenía que desplazarse en diversos medios desde Lucena. Incluso algunas veces a pie. Ya muy madurito, y con la modestísima ayuda de unos parientes, cursó la carrera de Ciencias Químicas, licenciándose luego en Sevilla.

En enero de 1915 vino a este Instituto, como ayudante interino sin sueldo y después fue como auxiliar numerario, accediendo por fin, a primeros de años treinta, a la cátedra de Ciencias Naturales, que lo desempeñó aquí hasta su jubilación.

Como era un hombre muy observador y también de una gran memoria, fue captando infinitos sucedidos pintorescos que luego contaba a sus amigos con singular donaire. Muy aficionado a la buena y abundante mesa y a... ciento y una comilonas que se dieran en Cabra, entre los años 1915 a 1925, con cualquier pretexto. Contaba que un mes que no hubo que festejar se organizó un banquete de <afirmación egabrense>…Otro se le dio a un joven porque <iba a hacer oposiciones al catastro>… y luego no las hizo.

En sus últimos tiempos realizó un descubrimiento sensacional, que <en Cabra hay un hombre que manda en su casa>…El relato e incidencias de este suceso causó el regocijo de su asidua tertulia del Círculo de la Amistad.

Don Miguel Ruiz Ballón fue un enamorado de Cabra y de sus gentes y de cuantos fueron sus alumnos lo recuerdan con singular simpatía y afecto. Aquí murió en octubre de 1962.”

domingo, 10 de septiembre de 2017

Don ANTONIO PEÑA LÓPEZ, sacerdote y profesor de italiano


Don Antonio Peña López, era sacerdote y profesor del italiano cuando yo andaba estudiando bachillerato en el Instituto Aguilar y Eslava de Cabra. Personalmente lo recuerdo bien porque era unos de los amigos de mi padre y lo veía frecuentemente en mi casa, la Fonda Guzmán, que además de pensión, era despacho de vinos y una pequeña taberna. 

En aquellos tiempos y según las personas entendidas, los caldos de Moriles eran al parecer de gran categoría. Y don Antonio Peña lo era también, entendido y de categoría,  por eso frecuentaba mi casa, para saborear un vasito de este vino “fino” llamado del “quince”, por ser su precio de 15 céntimos de peseta, y que mis padres criaban en las siete viejas botas de lo que fue en tiempos un lagar.

Recuerdo, de aquellos años de la Guerra, que cuando en la iglesia me acercaba a su confesionario siempre, siempre, me recibía con la misma frase de bienvenida: ¡hola “cagachín”!... ¿Qué pasa?

En nuestra Ermita de la Virgen de la Sierra recibí, precisamente, de don Antonio Peña, mi Primera Comunión; corría el mes de julio de 1937 y recuerdo que conmigo también la hicieron, Domingo y Antonio, dos de los hijos de Antonio el Santero.


A este ejemplar sacerdote y profesor, le gustaba mucho pasear por el campo y para ello se vestía con un viejo pantalón de pana y un sombrero de paja. Y se contaban muchas y simpáticas anécdotas de él. Así se decía que en cierta ocasión paseando por el campo se acercó con esa indumentaria a un cortijo donde lo tomaron por el “paragüero”, con el consiguiente enredo por la confusión... 

Yo, personalmente, no fui alumno de italiano del profesor Peña en el Instituto, pero mis compañeros me contaban que en sus clases lo pasaban de maravilla. En su aula, que era muy pequeña y estrecha, la pizarra estaba colocada formando un triángulo en el rincón de dos paredes, lo que le valió que fuera conocida con el nombre de la "clase del meaero” por su similitud con la forma de un urinario público. 


Estos son algunos de los recuerdos que tengo de don Antonio Peña y que me resisto pasen al olvido. Pero mejor que yo, recurramos a saber más de su persona a través de lo se publicó en uno de los semanarios locales: 

“Reducir a unas pocas líneas la inmensa personalidad de don Antonio Peña López, a pesar de su enjutez física, de su permanente delgadez la que contrastaba con la anchura desmedida del alma, de aquel sacerdote, de aquel hombre, de aquel educador, de aquel cabreño sin tasa que fuera don Antonio Peña. 

Hablar de don Antonio es recordar al amigo de todos. Al profesor inteligente, afectuoso y ameno… ¡Qué difícil ser maestro a su aire!... amigo de todos sus alumnos. Hablar de religión, hablar y enseñar naturaleza, pasear sin descanso por los campos de Cabra con sus alumnos… ¡Cómo le entusiasmaban las colmenas!..., pensar en voz alta los que estaban a su lado, ser generoso sin tasa y sin pregonarlo. Servir a todo el mundo que lo necesitara…, eso y muchas cosas más era el cura Peña. Don Antonio, el buen amigo.

Se refería, en una ocasión, de una orden recibida del Obispado, en la que se debía pedir a los fieles para que diesen su óbolo para una institución de la capital. Don Antonio, sencillamente, sin darle más importancia a la cosa, … ¡en aquellos tiempos!... terminó diciendo: -Esto es lo que nos ordena decir en la misa el señor Obispo y yo siempre obedezco humildemente, pero he de añadir, que mientras haya en Cabra un solo pobre no pienso dar una sola perra a los pobres de Córdoba; el que libremente quiera hacerlo… ¡que lo haga!-.

Consejero, amigo, cura, intelectual de altura, este fue el inolvidable Cura Peña… al que hoy con orgullo y creemos con gratísimo afecto, lo recordamos muchos egabrenses”.


martes, 15 de agosto de 2017

Don Ramón Pérez Ortiz, bedel y portero mayor del Instituto Aguilar y Eslava




El término bedel, ordinariamente, se refiere al trabajador que en ciertas oficinas o despachos desempeña funciones auxiliares o subordinadas. En su etimología, proviene del provenzal “bedel” y a su vez del franco “bidil” que quiere decir ujier o portero de un palacio.

Aunque su acepción más generalizada se refiere, a la persona encargada de custodiar y cuidar del orden en una institución educativa, aunque también desempeñaba otras funciones auxiliares en los centros de enseñanza. 


En una definición más arcaica se definía al bedel como "ministro a quien incumbe por su empleo o bedelía, celar o vigilar la diaria asistencia de los escolares a las aulas en los institutos y universidades, advertir los días de asueto o vacaciones, citar para las juntas, etc..." 

El cualquier caso, el bedel de los antiguos centros educativos, como era el caso del Instituto-Colegio de Aguilar y Eslava, era una persona imprescindible para su orden y buen funcionamiento. Y sin duda , uno de los bedeles más significados y recordados de la historia del Instituto de Cabra, es Ramón Pérez Ortiz. 


Como se escribió hace años en una semblanza de su persona en la prensa local egabrense:

"(...) Aunque don Ramón Pérez nació en Carcabuey en el año 1897, desde los 25 años se vino a vivir a Cabra.

Ingresó en Telégrafos, pasando posteriormente a nuestro Instituto Nacional de Bachillerato “Aguilar y Eslava”, donde trabajó como Bedel y después como Portero Mayor. Permaneció hasta el año 1967 que pasó a jubilado al cumplir la edad reglamentaria de 70 años.

Ramón fue un hombre atento cien por cien y sencillo, siempre a la brecha en el trabajo hasta el mismo instante de su jubilación. Ejemplar padre de familia tuvo la satisfacción de comprobar que sus esfuerzos no fueran baldíos, cristalizado en un puesto de bastante responsabilidad alcanzado por un único hijo Paco, por el que sintió un lógica satisfacción y cariño.

Falleció el 15 de septiembre de 1978, tendría 81 años; con el dolor de su familia y el sentimiento profundo de todos sus compañeros, así como del alumnado, que sintió esta pérdida como propia y recordando los desvelos que Ramón tuvo para todos nosotros”.


Yo como antiguo alumno de nuestro tricentenario instituto, recuerdo a don Ramón con mucho respeto...

Me viene a la memoria, recuerdos de principios de la década de los 40, de aquellos días en los que cuando hacíamos “rabona”, a una o varias clases, nos íbamos al Campo Chico. 


En aquel campo de deportes y huerta del Real Colegio acudíamos a jugar con la pelota de goma o a coger fresas de las que criaba el Guarda de aquel campo, Francisco Mesa Ballesteros y sus hijos Francisco, Manolo, Carmen (que murió con 11 añitos), Vicente y Federico, estos últimos también compañeros de juegos. 

En algunos de esos momentos que estábamos en el Campo Chico, de pronto aparecía Ramón, el Bedel, para ver quiénes éramos los “infractores” de faltar a clase. Entonces el bueno de Ramón, nos afeaba nuestra actitud y nos amedrentaba con decírselo a nuestros padres o a los profesores, a lo que respondíamos prometiéndole no volver a faltar más a clase.


Aquel era Ramón, uno de nuestros bedeles, al que nunca en vida le pudimos agradecer su celo y preocupación, pero de sabios es rectificar; y ahora, que ha pasado tanto tiempo, nos damos cuenta de que muchos le debemos eterno agradecimiento por haber contribuido con su trabajo a nuestra educación y formación.

Mi agradecimiento a la familia Pérez Valenzuela por haberme facilitado las fotografías que aquí reproducimos.




























lunes, 10 de julio de 2017

CINES DE VERANO EN CABRA




Hoy quisiera hablarles de los antiguos cines de verano que han pasado a la historia de nuestro pueblo. Para ello nos situaremos en la primera mitad del pasado siglo XX… allá por los años 40.

En esos años conocimos el “Cine Plaza de Toros”. Aquel era un cine muy especial, que se inauguraba poco antes de las “Fiestas de San Juan”, que tanta resonancia tenían entonces a nivel popular. Yo conocí a varios de sus empresarios, ya que normalmente eran los mismos que regentaban las salas de los cines de invierno, que arrendaba a la misma empresa de las fiestas taurinas. 

En aquel cine, la gran pantalla se colocaba más o menos en el centro de la plaza y frente a ella se disponían numerosas sillas plegables, como el patio de butacas en las salas de invierno. Y aunque el precio de la entrada era popular, aún era más económica la de los asientos situados en el tendido. Y la cabina de proyección se encontraba en la zona de toriles, en el lugar donde ahora están situadas las barandillas y los palcos.

Que yo recuerde, el empresario más antiguo de aquel cine debió de ser la Empresa Guerrero, la misma del Teatro Principal. Y su operador principal era una buena persona que tenía un mote muy característico, le llamábamos “Majote”. Recuerdo vivamente que cuando había se producía un fallo en la proyección de la película, algo muy habitual, se producía a unísono un griterío monumental que coreaba aquel nombre: “MAJOOOTE”… ”MAJOOOTE”...

El ayudante de aquel sufrido operador de cinematógrafo, era mi querido y recordado amigo Joaquín Muñiz “Marzo” que le luego sería el gran operador de cine, que conocimos todos y del que un día recordaré largo y tendido.

Entre las películas que hacían furor en aquellos años y que recuerdo… GILDA, de la inolvidable Rita Hayworth, que por esos tiempos de máximo control eclesiástico, se consideraba una auténtica película “porno”… y todo por le escena de desquitarse su famoso guante negro. Se contaba, que los jóvenes de Acción Católica, se ponían en la puerta de entrada del coso taurino para evitar y convencer que no entráramos a los chavales más liberales.


Otra película que también fue muy comentada y celebrada fue… los “TAMBORES DE FU MANCHU”, que recuerdo se componía de tres partes: “Los Tambores de Fu Manchú”, “Fu Manchú ataca”, y el “Retorno de Fu Manchú”.

Series de películas como ésta nos volvían locos a los chavales de mi edad y sus personajes muy comentados entre nosotros. Entre la chiquillería, despertaban gran interés unos guerreros, más que malos, que se llamaban los “dakois”, esperábamos sus capítulos con enorme expectación.

Para animar al público hasta que se llenaba la plaza; los promotores del Cine Plaza de Toros inventaron que un día de la semana, con la localidad, se repartía un boleto con un número, que entraba en un sorteo de un hermoso pavo. Las sillas del ruedo, que eran las más caras, casi nunca se llenaban, pero el tendido... ¡se ponía de bote en bote!.


Más adelante, allá por los años 1950, se abrieron varios recintos que proyectaban películas de cine en los veranos, lo que fomentaría una mayor competencia. Recuerdo el cine que se inauguró en el actual edificio del hoy Centro Filarmónico Egabrense, creo que su propietario fue la familia Galisteo. No sé los años que duraría aquel local, pero no fueron muchos. Era muy bonito, no demasiado grande, pero sí recuerdo que era muy cómodo. Se componía de patio y una terraza como visera, y quiero recordar que el nombre de este Cine era “Ideal Cinema” (este dato me lo ha corroborado recientemente nuestro amigo Rafa Luna).



Imágenes facilitadas por Antonio Muñiz Mesa

Otro de los clásicos cines de verano en Cabra, sería el enclavado en la calle Santa Ana y de ahí tomaba su nombre. Tenía la entrada por esta calle y la salida por la calle Almaraz. Un gran local que resultaba muy cómodo, allí se proyectaron películas muy interesantes de la época, y pasó como con el cine descrito anteriormente, que tuvo pocos años de vida.

Aunque uno de los cine de verano por excelencia y de los que más gustaban a los egabrenses, sin duda fue el “Jardín Cinema”. Su enorme recinto hacía posible que los espectadores, además de estar sentados cómodamente en sus sillas, pudieran tener delante un velador y degustar las buenas tapas y bebida que ofrecía su acreditada repostería. Y disfrutar de una buena película y la frescura de la noche, en aquellos tórridos veranos, con la mucha o poca familia que tuvieras, incluso con un bebé en su cochecito, como era en mí caso. El Jardín Cinema, como muchos recuerdan, estaba situado, en lo que hoy es el conocido supermercado “Mercadona”, con entrada por la calle Priego y salida por la calle del Río. 


Y por último, el otro gran cine de verano, probablemente el que tuvo una mayor aceptación entre los aficionados al buen cine en Cabra, “El Cine España”. Este cine se encontraba junto al “Parque Alcántara Romero”, en la actual calle García Lorca. Sería el último de los que dieron funciones de películas las noches de nuestros calurosos veranos. Pero los precios millonarios alcanzados por esos hermosos solares para la construcción de viviendas, en aquella época de la locura de “ladrillo” favoreció inevitablemente su desaparición. 

En la actualidad, después del cine de verano que se instalaba en el patio del Colegio de Ntra. Sra. de la Sierra, también junto al Paseo, y como mis lectores sabrán, disponemos de un coqueto cine de verano en el llamado “Teatro Jardinito”, el cual no tiene nada que ver con aquellos nostálgicos recintos veraniegos, de lo que tenemos unos preciosos recuerdos, pero, al menos, conserva esta tradición.

Los que peinamos canas o aquellos que se lavan hermosas calvas, todos… todos, echamos mucho de menos aquellos cines de verano. ¿Por qué será…?