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sábado, 30 de octubre de 2021

LAS POSADAS DE CABRA

Una posada de la época en cualquier lugar de España.

Estos establecimientos, por los siglos XVII al XIX y mediados del XX eran muy estimados por personas trabajadoras en general, sobre todo porque cubrían la necesidad perentoria, en cuanto a hospedaje del viajero de trasladarse de un punto a otro de la península, puesto que viajaban con animales de carga, y los citados establecimientos llamados POSADAS cubrían estos servicios.

Disponían de cuadras, pesebres y abrevaderos en óptimas condiciones para poder alimentar a sus animales e igualmente habitaciones para los mismos  y… a precios módicos.

La entrada a los mismos eran amplios portalones, para que pudiese entrar sin dificultad, además de las caballerías;… carros y carretas. Los suelos solían estar empedrados para el normal caminar de los animales y el desgaste de los suelos con aquellas llantas de acero de las ruedas de madera de los carros. 

Si la memoria no me falla, creo recordar que en Cabra había tres de aquellas posadas.

Dos en la calle de la Plaza de Abastos, en la actual calle Redondo Marqués, a  la altura más o menos del Supermercado Óptima, o… del Callejón Comercial. Y hasta hace poco tiempo estuvo el Mercadona. Casa arriba o casa abajo. También cerca de la conocida como la Taberna de Alcántara, uno de los familiares, era Vicente, de mi misma edad, más o menos, que cantaba flamenco como los ángeles.

La taberna era frecuentada por la muchísima gente que pululaba por el Mercado Municipal, en aquellos años que la abundancia no era palabra de nuestro diccionario.

Todavía me viene al recuerdo, su enorme cafetera de brillantísimo cobre, frente a un viejo mostrador de madera. Los vasos de café y de manzanilla salían de su “tripa” con gran rapidez.      

En una de estas Posadas tenía un buen amigo de mi edad, de unos 12 o 13 años, entonces éramos alumnos de Termens, no recuerdo su nombre. Por ello yo iba allí con bastante frecuencia. Y me gustaba el trajín que siempre había, cargando o descargando en aquellas ejemplares de mulas, o… de pequeños borriquitos parecidos a los que narraba de forma magistral el Nobel de Literatura Juan Ramón Jiménez, en su inmortal obra…”Platero y yo”.

La otra posada que recuerdo se encontraba en la calle San Martín. Por debajo de la Panadería de unos buenos amigos, la familia Buil, y del recordado Carlos Buil, como de su esposa Rosarito Lopera, que era íntima de mi querida Otilia. También quiero recordar que frente a esta Posada, se encontraba, subiendo la calle: Fotos Calvo, así como la Relojería de Valero; la casa de doña Aurora Camacho y la de don José Garrido competente dentista.

Para que el lector se pueda situar mejor, volviendo a mi memoria de  los años cuarenta y cincuenta. En la acera en la que estaba ubicada la Posada, comenzando por la esquina de arriba: Establecimiento de la tienda de “Los Madrileños”, a continuación: La casa de la familia Buil, la casa de la familia Montes que poseía un maravilloso jardín, y a partir de ahí el gran portalón que daba entrada a la Posada de la que formaba una parte del mismo, el Taller de Bicicletas de Daniel Verdú, de esta saga familiar cariñosamente llamada de los “CHÉS”.

Algunos de estos recuerdos me los ha aportado mi amigo Manolo Escudero Valera, a mí se me había olvidado en parte. Algo más bajo de la Posada: La Farmacia y Droguería de Ortiz Lama; la casa de los Benítez Cubero, una de las fachadas más bonitas de Cabra, obra del Tallista y Escultor Manuel Sotillo, de Madrid; la Confitería de Rafael Fernández Ávila; el INE o Caja Nacional, el padre era el Inspector Médico de esta entidad. Manolo vivía por esos años, como decía, de  frente a la Posada, en un piso de arriba de Fotos Calvo y vemos que  también tiene buena memoria.  

Me ha recordado a un personaje muy relacionado con la Posada, era el Cojo Mora. Limpiabotas de profesión. Al parecer formaba parte del personal del establecimiento, como portero o el encargado abrir y cerrarla o… de poner el orden a la entrada y a la salida de arrieros en la Posada. Era un vejete muy vivo, con una pierna “engarrotada” a su única muleta de madera. Era capaz de correr a 40 kms hora.

Había por ese tiempo otro cojo famoso… el llamado Cojo Motas, era vendedor de “chuches” en la misma calle de San Martín. No tenía piernas, las dos ya cortadas entraban dentro de un enorme zapatón que le servía de soporte.    

Y aquí rezumo el recuerdo de estos antiquísimos establecimientos llamados: Fondas, posadas, postas, alberques, que cumplieron con el noble trabajo de dar “posada al peregrino”.       

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Por último, recuerdo otras Posadas. Una que llegó a estar activa hasta los años 1970, estaba en Lucena, cerca del El Coso, en un rincón del mismo. A mi entender la más grande que he conocido, con un gran trajín. Y otra en Córdoba capital… pero esta ya es historia… ¡La Posada del Potro!.                          

 

 


lunes, 6 de septiembre de 2021

Grandes espectáculos de la década de los años 1940.

 


Recordando y…recordando… Me viene a la memoria cuando yo tenía doce o trece años, que vi en Cabra dos espectáculos que no olvidaré. Teniendo en cuenta que a este pueblo han venido los mejores espectáculos que se paseaban por toda España, tanto taurinos, como de teatro, así como grandes zarzuelas, flamenco, etc., etc.

Pero a los dos que al principio cito, no los he vuelto a ver y uno de ellos lo presencié en nuestra centenaria Plaza de Toros, y llevaba por título la “Miss Quincy”.

Aquel memorable espectáculo consistía en lo siguiente: En el mismo centro de la Plaza se erguía una altísima escalera, que calculo, tendría unos 25 o 30 metros de altura. Cogida con unos fuertes vientos en varios de sus lados. En la cumbre de la misma había una plataforma y un trampolín.

Era tan alta que sobresalía de la Plaza de Toros. Daba miedo, parecía tocar el cielo. Al pie de la misma una pequeña piscina circular, que podría tener unos 3 metros de diámetro por 2 metros de altura, llena de agua y… con estos útiles...

¡¡Comenzaba el espectáculo!!.


Los espectadores preferentes, en sillas, y alrededor de esta pista en forma circular en varias filas de ellas. En las gradas de la plaza los espectadores que pagaban un menor precio. A los sones de una música de acordes circenses, aparecía una bella señorita en bañador, con una capa por encima de sus desnudos hombros.

Antes, los ayudantes habían rociado el agua de la piscina con latas de gasolina o petróleo. La joven bañista se acerca al pie de la escalera, se quitaba con parsimonia la capa, y comienza a subir muy despacio por aquella altísima escalera, todo muy pausadamente…

En pocos minutos llega hasta la altura del trampolín y saludaba al público que la mira expectante y que la contemplan en silencio y embargados de temor...

Un redoble de tambores... aviva el suspense. Entre tanto se apaga la luz en toda la Plaza, los ayudantes prenden fuego al agua de la piscina y…. ante este panorama fantasmagórico con un solo foco, que ilumina a la bañista.

Transcurridos unos minutos, la bella señorita se lanza al vacío de cabeza y cae espectacularmente en el agua con el fuego intenso de la pequeña piscina... ¡E inmediatamente , sale hacia afuera entre agua y llamas!.

La señorita Miss Quincy emerge en el agua alzando la cabeza sonriente. El público entusiasmado premia a la artista con fuertes aplausos y respirando los espectadores, ya tranquilos, las luces se encienden.

Sale del agua la señorita Miss Quincy y entre la ovación del público, saluda y termina el espectáculo.


El otro gran evento de mi recuerdo se daba en el desaparecido Teatro Principal de la Empresa Guerrero. Se trataba de un bonito número de animales amaestrados y que se titulaba, si mal no recuerdo: ”Los Perros albañiles”.

En él unos cuantos perritos de diferentes razas y tamaños tenían que construir la fachada de una casa con ladrillos, que al parecer  eran de goma o de otro material parecido. 


La actuación consistía en que los perros iban acarreando los materiales, mientras otros los transportaban en varios carritos, de uno a otro lado del andamio y los iban colocando apilados con la forma de la fachada de una casa. Con puertas, ventanas, rematados por un tejado.

De pronto ocurre algo inesperado. Un pequeño perrito cae del andamio, al parecer mal herido y queda tendido en el suelo, inmóvil… Los compañeros acuden en su ayuda, y de pronto se presenta un carro tocando una campanita… Era una Ambulancia, en la que perros enfermeros suben a la misma al perrito herido y… se supone lo llevan al hospital “Perruno”.

De esta forma se terminaba este divertido espectáculo, con el aplauso de un público totalmente entregado, a unos perritos que estaban maravillosamente amaestrados, y que nos han tenido totalmente entretenidos y maravillados, haciendo su trabajo como verdaderos profesionales.

miércoles, 14 de julio de 2021

LAS MISIONES



Hace muchos años, terminada la Segunda Guerra Mundial, unos pocos años después de finalizar nuestra Guerra Civil española y en unos momentos en que nuestro país estaba en plena bancarrota y todo era pobreza, hambre y escasez de todo; la Iglesia y los mandatarios de entonces creyeron oportuno evangelizar masivamente a la ciudadanía con las llamadas MISIONES...

Según he podido leer después, se trataba de un proyecto destinado a restablecer la unanimidad religiosa de la sociedad española y a eliminar el proceso de secularización de las políticas laicistas desplegadas durante la II República. Y uno de los instrumentos más destacados de ese proyecto serían las MISIONES, conocidas en la terminología eclesiástica como "las misiones populares". 

Durante un congreso de misioneros celebrado en el Santuario de Loyola en 1956 se definieron las MISIONES como actos extraordinarios del apostolado de la Iglesia, realizados por Sacerdotes especializados, enviados a los fieles de una o varias Parroquias por el Obispo y los Superiores de la Comunidad, para promover la salvación y la santificación de los pueblos, por medio de la predicación, de los Sacramentos y de la oración colectiva. 

En ese contexto llegaron las MISIONES a Cabra... Recuerdo que a nuestro pueblo llegó un grupo de sacerdotes de la Orden de los Redentoristas,  que procederían de Granada y con el objetivo de que el pueblo en su conjunto fuera re-evangelizado. Para ello en las diferentes Parroquias se concentraron por grupos, e impartían sermones dos o tres de estos sacerdotes. Entonces, lo normal era predicar desde lo alto de púlpitos que todos los templos tenían. Hoy está práctica está en desuso o sencillamente han desaparecidos estas cátedras.

En las mañanas a horas muy tempranas, creo recordar, ya que era casi invierno, se organizaban unas concurridas procesiones en las que no se llevaban imágenes, tan solo con una Cruz  a modo de cruz de guía y tras la que se rezaba el Santo Rosario con los concurrentes en fila, a uno y otro lado de la calle. Durante estas procesiones también cantábamos unas canciones que aprendimos para la ocasión y de las que recuerdo alguna estrofa:

-Sálvame Virgen María… Óyeme te imploro con fé… Mi corazón en tí confía… Virgen María sálvame... Virgen María sálvame… Sálvameeee...

También por la tarde-noche, algunas veces se repetían los rosarios en las iglesias. Eran concentraciones de fieles verdaderamente multitudinarias, entre cánticos y rezos interminables, en más de uno de aquellos rosarios populares, incluso llegábamos hasta el Cementerio. 

Aquellos misioneros demostraron que eran verdaderos especialistas de la oratoria, y recuerdo que los curas redentoristas se presentaban distintos en su vestimenta por el “bonete” o gorro que llevaban. Y la verdad es que los sermones que impartían eran extraordinarios discursos totalmente convincentes que movían la fe y el sentimiento popular... 

Recuerdo a uno de aquellos predicadores, el Padre Mayo, que verdaderamente tenía un “piquito de oro”. Tan buen recuerdo dejó, que años después algunas cofradías egabrenses lo reclamaron para los sermones en los Triduos y Quinarios.

Han pasado muchos años de la MISIONES, y ahora caigo en la cuenta que el reclamo por el que nos llevaban a los feligreses a participar en ellas era una mezcla de curiosidad y un inexplicable miedo a un castigo divino. No podemos olvidar el sentimiento colectivo de culpabilidad en la sociedad de entonces como consecuencia de las pasadas guerras, tanto la nacional como la mundial.

Después he sabido que las MISIONES de los años 50 ocuparon un lugar destacado en la historia religiosa del período franquista, que llegaron a un gran número de localidades, a un importante número de españoles y que constituyeron un instrumento de la jerarquía eclesiástica en su proyecto de resocializar a la población española en los valores católicos en la posguerra.

La despedida de las MISIONES en Cabra fue verdaderamente masiva y… la verdad es que la asistencia a todos los actos que convocaron también lo fue.

Recientemente he visto en “Cabra en el Recuerdo” una fotografía en la que se puede comprobar el enorme poder de convocatoria que tuvieron las MISIONES en Cabra...


miércoles, 12 de mayo de 2021

RELOJES, UNA CONSTANTE EN MI VIDA

 



Es verdad, no sé porqué que este pequeño o gran artilugio, ha sido  una constante en mi vida, por otra parte sencilla y sin complicaciones, y por eso creo que … es curioso este relato. Por ello mi sincero deseo de ofrecer su lectura a la benevolencia de mis amables lectores.   

La primera vivencia la recuerdo por los años 40, cuando estaba en el Instituto “Aguilar y Eslava” estudiando aquel Bachillerato de siete cursos más la temible Reválida. En ese tiempo la persona encargada  del mantenimiento del reloj de la Parroquia, era la Relojería Valero, de la calle San Martín.

Uno de los hermanos Valero era bastante “amiguete” mío. Me esperaba a la salida de clase, acompañado de otro buen compañero llamado Manuel Martín Hurtado el Torreño. Nos gustaba irnos con él a la Parroquia de la Asunción y Ángeles para darle cuerda al Reloj que entonces había en lo alto de la torre. Creo que era semanalmente… o quizás cada diez días.

Este pequeño acontecimiento era una gran aventura para mí, un chaval de entre 13 y 14 años. El hecho de poder subir a lo alto del hermoso campanario de mi pueblo y contemplar, desde esa altura su bella panorámica, me hacía sentir como si lo estuviese viendo desde un avión. También se divisaba parte de la comarca y disfrutaba con la grata compañía de estos dos amigos.    

Esta torre, en tiempos de nuestra Guerra Civil fue “Refugio” contra los bombardeos por aviones de la República. Aviones que sumieron al pueblo de Cabra en una tragedia. Era el mes de noviembre de 1938, causando un irreparable dolor. Con la pérdida de más de cien muertos y doscientos heridos.


A continuación podrán ver un vídeo con un “retoque de campana” que hice “in situ” en el año 2000 cuando ese repiqueteo era manual… Y no en “conserva electrónica como ahora”!.

Dos hijos del recordado Francisco Muñiz Canela “El Campanero”…  fueron los que ofrecieron el último repique de campanas  al pueblo de Cabra, el mismo Día del Corpus del año 2000. (Juan de Dios y Pedro).Por cierto que Juan de Dios, familiarmente conocido como Juande, es el marido de Nuria, la menor de mis hijas.    


Esta otra vivencia que os relato a continuación, también ocurrió en esos años lejanos de 1940. Mi familia residía en la ciudad de Tánger, ello durante la Segunda Guerra Mundial, y… en aquellos tiempos los judíos ya estaban perseguidos por los nazis en los países de Centro-Europa.

Los judíos polacos, sobre todo los comerciantes, huían de ese terror y llegaban a Tánger, que era entonces una ciudad internacional. Venían cargados de mercancía, entre ello cantidad de Relojes de pulsera, que los vendían ¡por kilos!... así como las máquinas de escribir.

Tanto era así, que casualmente alguien de mi familia vino a Cabra en una de sus frecuentes visitas. Estos viajes los aprovechaban para traernos cosas que no había en España. Pues en esta ocasión entre todas esas cosas que nos trajeron, venían unos cuantos relojes de pulsera, unos siete u ocho, todos preciosos. Supongo que serían poco más de medio kilo. Yo no pude quedarme con ninguno, por ser el más pequeño de mis hermanos (tendría aproximadamente unos siete años). La verdad es que sufrí un gran desengaño. Sin embargo mi hermano Manolo recibió uno. Yo, de vez en cuando, le decía ¡Manolo, préstamelo para que me lo ponga un ratito!   

 Esta otra historia me ocurrió en la Estación de Ferrocarril de Tetuán (Marruecos), por los años 50 ó 60. En España seguía habiendo pocas marcas de relojes y los que había eran además bastante caros. En el Protectorado Español y en Tánger, por el contrario valían baratos, sobre todo en los establecimientos de indios y de judíos. Siempre que yo venía a la Península, me traía de allí uno puesto, y otro escondido.  

 Esta vez traía uno, marca EDOX, para un buen amigo llamado Antonio Luna Pérez. Lo metí en mi cartera de piel labrada marroquí, en el bolsillo trasero. En la Aduana de la Estación de Tetuán, antes de subir al tren, un funcionario, por cierto era nativo marroquí me hizo un registro exhaustivo. A parte de la maleta que era lo habitual, este tipo me cacheó por todo el cuerpo, lo que no era normal. No me quedó parte alguna sin registrar.

 Al quitarme parte de ropa, puse la cartera encima del mostrador de la Aduana. De haber encontrado el reloj, seguramente me lo habrían confiscado y además me habrían puesto una multa considerable, de aproximadamente varias veces el valor del objeto.

 

En el año 1956 me casé en Madrid. Tras la ceremonia en la Iglesia de San Pelayo, se celebró el desayuno de boda, que era la costumbre en esa época. Después nos hicieron el reportaje fotográfico. Por cierto, que el fotógrafo era muy renombrado en Madrid y tenía el estudio en la Puerta del Sol.

 Mi taxista en este importante evento era mi amigo el poeta Manuel Ruiz Madueño “el Cordobés” que, antes de ser taxista, fue un fotógrafo ambulante.

Mientras esperábamos en dicho Estudio de Fotos esperando en su terraza pacientemente. Momento que fue aprovechado por Manuel para hacernos un par de fotos de otro reportaje de la boda y en el exterior, con su máquina fotográfica. Como fondo… el famoso Reloj que vemos en las Campanadas de Nochevieja desde hace ya muchísimos años.

En el año 1994 estuvimos en Francia mi esposa Otilia y yo, visitando a mi hija Ori su marido y… mi nieta Marina. En ese tiempo su esposo trabajaba en el Centro de Investigación del INRA, en Jouy-en- Josas, muy cerca de Paris. Hicimos una excursión al Monte San Michel en el noroeste de Francia. Uno de los lugares más turísticos y visitados del país vecino. 

El regreso lo hicimos pasando por Rouen. En esta ciudad está el “Gros-Horloge…  o Gran Reloj”. La calle donde se encuentra tiene un encanto sobrecogedor. El reloj está bellamente decorado y… se encuentra sobre un campanario gótico. Su mecanismo es de los más antiguos de Europa, y curiosamente, en la  actualidad todavía se encuentra en total  funcionamiento. El resultado es una obra de arte de incalculable valor, belleza y antigüedad, ya que data de 1400.

 A mí, de siempre me han gustado mucho los Relojes, como los lectores habrán podido comprobar. Sobre todo me fascinan los de bolsillo, con cadena, aquellos de la marca Roskopf Patent, con los que nuestros mayores adornaban su vestimenta. En especial me llamaba poderosamente la atención la cadena dorada que lucía sobre el oscuro chaleco de algunos de ellos.

 Mis hijos, Salva y Oti, aprobaron ambos sus oposiciones en el año 1985, uno como Profesor de Instituto y la otra como Maestra o profesora de EGB. Ante la satisfacción de este hecho me regalaron un reloj de bolsillo precioso, dorado y con cadena que colmó mis ilusiones. Me quedé encantado. ¡No era de esta marca ni mucho menos!  Era un poco más pequeño, pero para mí fue algo especial. ¡El mejor de mis relojes!

 -Pero… no sé cómo, en uno de los traslados de vivienda lo perdí… Sí, sí lo perdí y… no sé cómo. No he encontrado ninguna explicación razonable. Fue una fatalidad, pero la verdad es que me quedé sin él para siempre. ¡Una verdadera pena!                        

Termino este relato, confesando mi vinculación y fascinación  por este pequeño gran objeto, medidor del paso del tiempo pero lamentablemente, incapaz de retenerlo. 

Y aprovecho, además, para agradecer a todas las personas que me habéis expresado vuestras condolencias por el reciente fallecimiento de mi querida esposa, Otilia Moral Arévalo. En mi nombre y en el de mis hijos gracias a todos...

 

 “Los días pueden ser iguales para un reloj, pero no para el hombre.”

MARCEL PROUST




 

 

martes, 30 de marzo de 2021

El ESPARRAGUERO, curiosa historia de un Cristo cordobés



Tengo una historia muy curiosa que me ha contado mi sobrino Antonio Mesa Guzmán, que reside en la actualidad en San Lorenzo del Escorial, que por lo original y desconocida para una mayoría de mis lectores, la voy a incluir entre mis numerosos relatos.

Ocurrió durante uno de sus muchos paseos que da por esa zona que la naturaleza ha bendecido toda la comarca que conforma las Sierras del Escorial, a unos sesenta kilómetros de la capital de España.

Y me cuenta que en uno de esos paseos se quedó extrañado de una planta muy bonita, pequeña y elegante con una flor de un amarillo brillante y… que en su desarrollo puede alcanzar la considerable altura de 2 a 3 m, y que los conocedores del lugar la llaman como CAÑAHEJAS, una extraña palabreja, que se relaciona con un famoso Cristo que se encuentra en Córdoba, y muy venerado por Semana Santa: EL CRISTO DE GRACIA, conocido popularmente como “EL ESPARRAGUERO".

Por esta razón se puso en contacto conmigo y yo a su vez le pregunté a mi hijo Salvador, que me puso al corriente con una profusa información sobre lo que él llama "imaginería ligera" … de lo que entresaco la siguiente historia:

Allá, a principios del año 1600 en plena historia del descubrimiento del Nuevo Mundo, en México, estaba ya implantado el Cristianismo gracias a la gran labor misionera española.

“La singularidad de este Cristo es que no tiene autor como es común en esta clase de imágenes, sino más bien de una personalidad propia, resaltado de su origen indígena. Se les encarga la realización a un grupo de indios de Puebla de los Ángeles en México. Que luego fue donada al Convento de Ntra. Sra. de Gracia de Córdoba por doña Francisca de la Cruz. Es una imagen muy ligera de un Cristo Crucificado, con una pasta de fibra de la caña llamada CAÑAHEJA”.

“Su origen no puede ser más sencillo y popular, sus dimensiones superiores al natural y los rasgos indígenas de su rostro, así como su piel. En el argot cofrade sería imagen titular de una “Cofradía de barrio” y su popularidad le viene de ahí, gentes sencillas a los que su Cristo va derramando su Gracia… Le han llegado plegarias y más de una vez manojo de espárragos, que decoran su paso y son símbolo de un día de trabajo en el campo. Este es el porqué de que este Cristo se conozca como “El Esparraguero”.

Quedaría por determinar si esta extraña planta con la que se hacía la pasta para elaboración de imágenes y para otras esculturas indígenas, era original de España o procedente de México.

Hasta aquí esta curiosa historia, que para mayor comprensión de mis lectores, ilustro con algunas de las fotografías que vienen al caso y es de agradecer a mi sobrino Antonio Mesa, que nos muestra un magnifico cuadro representando a un ÁNGEL ESCOPETERO, comprado en la ciudad de Quito-Perú-. Una Imagen ajena a nuestra simbología religiosa en la que se representa un ángel con alas, con una rica vestimenta... ¡Además de la escopeta!