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domingo, 9 de octubre de 2016

LA GUERRA DE ABISINIA EN ESTAMPAS


Tendría yo unos 8 ó 9 años cuando los chavales de entonces, vivíamos las consecuencias de la Guerra Civil española, aunque la verdad, para nosotros más que una terrible realidad, en muchos aspectos era una “gozada”, ya que no teníamos escuela los primeros tiempos y andábamos jugando por las calles, especialmente por donde había soldados...  en torno a los Grupos Escolares (hoy Colegio de Ntra. Sra. de la Sierra); en la falda de la Atalaya, donde hacían las maniobras los soldados italianos, o en la Estación de ferrocarril, siempre concurrida por el ir y venir de tropas y de gentes.


Uno de nuestros juegos preferidos era coleccionar las estampas de la Guerra de Abisinia. Los chavales cambiamos las repetidas por otras, y también las jugábamos con los juegos de bolas o con las mismas estampas, y para estos juegos teníamos una imaginación enorme. 

Esta segunda guerra se produciría porque la Italia “del Benito Mussolini”, a igual que la de Hitler en Alemania, querían aún mayor expansión de sus colonias africanas, movida por los beneficios que extraían y aprovechando que Europa estaba cansada de complicaciones bélicas. Tanto Hitler como el Duce Mussolini se rearmaban con toda prisa, disputando estos territorios incluso al Imperio Británico, que era el más importante estado colonial de toda África. 



Como Alemania, después de la Primera Guerra Mundial, ya venía realizando dicho rearme. También lo hacía Italia, que tenía el sueño de la A.O.I (África Occidental Italiana). Para ello, buscó los motivos y, aprovechando circunstancias fronterizas con Somalia y otros países cercanos, invadió Etiopía en una guerra que sucedió por los años 1937 y 1938. 

Esta guerra desproporcionada enfrentaba la gran potencia italiana, frente a una débil Etiopía. La proporción era de unos 500.000 soldados africanos mal armados, contra los italianos que contaban con unos 250.000/300.000 hombres, cerca de 600 aviones, 700 tanques y bastantes barcos de guerra para su apoyo. 

Esta guerra duró relativamente poco, aunque le costó a Italia unas 10.000 bajas, contra más de 200.000, por la parte etíope. En esa época al rey de Abisinia se le conocía como el Negus, aunque su nombre era Haile Selassie, que reinaría hasta 1974, cuando fue derrocado por el comunismo. Hoy Abisinia forma una república, con la actual Etiopía, que se encuentra en el llamado “Cuerno de África”, uno de los territorios más pobres y desolados del mundo.   



Recuerdo que durante nuestra Guerra Civil, parte de estos soldados italianos,formaron parte del llamado Batallón Liborio, que fue el que estuvo en Cabra para “tomar” Málaga. Estas tropas italianas, se alojarían frente a mi casa la Fonda Guzmán, en el Instituto Aguilar y Eslava, circunstancia que motivó que la mayoría de ellos comieran en mi casa, en la citada Fonda, y fueran mi madre Mamá Rosa y mi hermana Carmen, las responsables de dar de comer a estos hambrientos soldados, procedentes como digo, de las tropas que invadieron Etiopía. 


Uno de estos veteranos soldados, llamado Salvatore se hizo muy amigo de mi familia y a mí casi siempre, me daba alguna chuchería y repasaba conmigo las estampas de su Guerra de Abisinia, origen de este relato. 

La expansión de Italia en el norte de África, en Libia, Abisinia o Etiopía fue muy importante y ocurrió en esa época fascista de Benito Mussolini. La llamada Guerra de Abisinia concluyó con la victoria italiana, bajo el mando del General Pietro Badoglio, que fue recompensado con el nombramiento de “Duque Badoglio”.

Aquella guerra se reflejó también en nuestra infantil "guerra de estampas”, pues intercambiábamos cromos para llenar el álbum, en una auténtica “guerra” por poseer la estampa más difícil, que era la manera que tenían las firmas de “chocolate”, para vender más sus populares chocolatinas...

En aquellas estampas de la Guerra de Abisnia, en sus imágenes, podíamos observar además la gran diferencia de armamentos: tanques, ametralladoras, aviones, barcos y minas submarinas italianas… contra las lanzas y fusiles y poco más, por parte etíope. 

Una guerra desproporcionada y cruenta, que tuvo su reflejo ingenuo y lúdico, en unos cromos pegados con engrudo de harina en los álbumes de muchos niños... como yo.



martes, 4 de octubre de 2016

ACEQUIAS Y FUENTES DE CABRA



Hace unos días “charlando” por el Facebook, leía bastante interesado unos artículos sobre las acequias de Cabra, que me resultaron muy interesantes. En ellos se describía que las acequias servían para regular el riego de sus muchas huertas, siendo éste un tema que siempre me ha interesado.

Gracias a los comentarios de un amigo, que además fue compañero de trabajo muchos años, Francisco Güeto Bonilla, supe con detalle del riego de las huertas regulado a través de las acequias, ya que sus orígenes familiares estaba vinculados con la huerta egabrense de toda la vida.

En los artículos que leí en internet, que están escritos por unos jóvenes, muy preparados y que abordan el tema con mucha rigurosidad. Aunque no tengo el gusto de conocerlos, creo que esta labor es de agradecer, pues tienen suficiente rigor y conocimientos.

Pero vayamos a la aportación de mi memoria... y que yo recuerde de los años 1930, hasta finales de los 40 aproximadamente:



Frente a una de las dos puertas principales del Parque “Alcántara Romero”, esta que digo es la que, actualmente se encuentra frente al Colegio de Ntra. Sra. de la Sierra. En este lugar, en la parte de su acera actual, había una pequeña acequia, en la que que no paraba de correr el agua en gran cantidad, muy transparente y fresca, que se podía beber con tranquilidad. En ella también cogíamos con la mano unos pececillos negros, que llamabamos “peces cabezones”, que luego serían renacuajos y por último terminaban siendo cantarinas ranas.



Recuerdo que en la misma puerta de la entrada al patio del Colegio, allí mismo, se perdía la acequia, seguramente porque iría ya canalizada y cubierta, para otra acequia mayor.



Sobre esto me informa un buen amigo, Rafael Luna Canela, que se crió en aquellas huertas y que me cuenta, que esta acequia canalizada y cubierta bajaba por la calle Pepita Jiménez, calle Álamos y se conducía hacia el antiguo Sindicato, para unirse de nuevo a otra acequia mayor, llamada del Caz.


El origen de esta acequia no lo sé exactamente, podía venir de las huertas que había por lo que hoy es en el Instituto Felipe Solís, o bien de otra acequia mayor, de la Senda de Enmedio, la llamada del Caz, a la altura de la huerta de los hermanos Güeto Bonilla. 

Lo que si puedo afirmar es que los chavales de esa zona jugábamos en aquel bonito riachuelo, que partiendo del inicio de dicha senda de Enmedio, pasaba frente a la Huerta del Colegio y Campo de Fútbol-Chico, hasta la puerta del Colegio antes llamado los Grupos Escolares.

En su trayecto se regaban las huertas de la izquierda de este camino. Mientras las huertas de la derecha, se regaban por la acequia mayor del Caz, puesto que estaban más elevadas.


Recuerdo que todos los años iba con mi padre a un determinado lugar de la acequia, frente al Parque, para coger varias hermosas y ricas setas blancas, que se criaban todos los años debajo de unos troncos de árbol que servían de margen de a la acequia. Estas setas arregladitas por mi madre, Mama Rosa, estaban para chuparse los dedos.



También debo de añadir a este breve relato, que en la puerta de entrada al patio del Colegio Virgen de la Sierra, había una fuente de pila grande (en el mismo lugar donde hoy hay un puesto de “chuches", metro arriba o abajo). Curiosamente, de esta fuente no creo haber visto ninguna  foto en ese espacio compartido de “Cabra en el Recuerdo”, que nuestro amigo Rafa Luna Leiva nos viene regalando a diario; y creo que sería muy interesante volver a recuperar, como se está, acertadamente, haciendo con otras fuentes por parte del actual Ayuntamiento.





En la zona de la parte que pegaba al “Paseo”, que es como llamamos los “cabreños” a nuestro centenario parque, había una acera a todo lo largo, que medía casi tres metros de anchura, toda ella hecha de cemento, y que era conocido popularmente como...“EL PORLA DEL PASEO”. El origen de esta palabra se encuentra en que estaba construida con el entonces moderno cemento del tipo PORTLAND. 


Aquel lugar, para los chavales era nuestro propio Estadio Bernabéu. Allí, jugábamos partidos de fútbol con la reglamentaria pelota de trapos o de viejos papeles de periódicos, y con las porterías delimitadas con parte de nuestra ropas, dividida en dos bultos que poníamos en el suelo y que marcaban la distancia entre “poste” y “poste”. 

Para ilustrar algo más, a mis queridos lectores, de lo mucho que ha variado el paisaje de Cabra, contaré que en el patio que da entrada al Colegio de Ntra. Sra. de la Sierra se ponían parte de los “cachivaches” importantes de la Feria de San Juan, especialmente los circos, (casi todos los años el conocido Circo “Ferroni”), los Coches Locos, el Pabellón de figuras en movimiento y la Noria del Tío Pepe, al grito de: ¡QUERÉIS MÁS! y que los chavales respondíamos al unísono: ¡MAAAS!...


También eran muy populares las Barquillas de empuje manual que siempre se instalaban en el “PORLA”, junto a muchas casetas de turrón y los recordados juegos de la ruleta de: ¡“A JEREZ POR UNA PERRA GORDA...!

Recuerdos de acequias y juegos infantiles, que espero les haya gustado, y que nos transportan a otro tiempo...