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miércoles, 23 de octubre de 2019

ANÉCDOTAS CON UN AMIGO POETA.


Fue una gran amistad, la que me unió con Manuel Ruíz Madueño, más conocido como “El Cordobés”. Una amistad que comienza allá por los años finales de 1940 y comienzos de los 50. Que comenzaría por la amistad mutua que tenía con su familia y, especialmente, con su madre, la simpática Rafaela "La Cordobesa", que vivía a final de la primera calle de la Cruz. Por cierto, la propia Rafaela tiene un anecdotario muy extenso y variado que otro día les contaré.

Pero vayamos al tema que nos ocupa. Son muchas las anécdotas e historias que me contó y otras que yo viví, en primera persona, con este buen amigo:.

De la "mili”… me contaba algunas muy sabrosas. Como que por pertenecer a la Quinta del 40 o 41, los movilizaron con unos 18 años y los tuvieron movilizados durante 9 años. Me decía que a su final… eran poco más o menos como la anarquía de un ejército mexicano. Pasaban los oficiales por su lado y ellos actuaban sin marcialidad, nada de saludos, mal trajeados y con cara de de “pocos amigos”.

Contaba también que llegó a trabajar en un hospital, como enfermero...  y por las noches, cuando alguno de los pacientes,dormía un buen sueño, con otros de su calaña iban al WC y… con un palito untado de “caca” se lo pasaban por el bigote al “ paciente durmiente”. Para ver a la mañana siguiente  la reacción de asco que tenía al despertar y comprobar el “olorcito” que desprendía el ambiente.

Por otra parte, formábamos un grupo de amigos muy aficionados al cine, éramos, prácticamente, de “función diaria”.  E íbamos siempre a la segunda función del Cine Principal, al “segundo gallinero”. Siempre los de costumbre, entre ellos mi gran amigo Jaime Vivar Gómez y… ,como no, Manolo Ruiz Madueño, el poeta.

Un día de tantos, estábamos sentados en la última fila de asientos corridos del llamado “gallinero” y, un espectador...ya entrado en años y de profesión barbero, algo pasado de copas, cayó en un verdadero “sueño pesado” viendo la película. ¿Qué se nos ocurrió ?…Al término de la función, “cuchicheando” muy bajito, nos fuimos saliendo muy despacio de la sala de Cine, sin hacer ningún ruido. Nnormalmente, al final de la proyección el acomodador hacía la comprobación de que la sala quedaba vacía. Pero en aquella ocasión, lo convencimos de que no quedaba nadie. ¡¡ Y así lo hizo!!...


De madrugada, desde una de las últimas ventanas del Cine Principal, el embromado durmiente, daba gritos de desesperación para que abrieran las puertas del local y poder salir a la calle. Pasaron horas para que los propietarios del cine de la Empresa Guerrero, mandara al personal para que “liberaran” a nuestro Barbero, quec creo recordar de apodo o mote le lamaban “Chorizo”. 

Manolo “El Cordobés”, era un tipo guasón además de poeta. Me contaba que las autoridades de nuestro pueblo no le tenían mucha simpatía, incluso en algunos conocidos establecimientos, no estaba bien visto por su carácter sarcástico y bohemio. Por eso llegó a imprimirse unas curiosas tarjetas de visita que decían:

MANUEL RUIZ MADUEÑO
Ciudadano de tercera 
C/. De la Cruz CABRA 



Era tal la amistad que llegué a tener con Manolo "El Córdobés", que en la época que él trabajaba en Madrid como fotógrafo ambulante y después como taxista,  siempre que iba a la capital de España lo buscaba y solíamos dar largos paseos por aquel Madrid de los 50 y 60. Y lo normal  en aquellos largos paseos era, que una infinidad de personas lo saludaran con un…–¡Adiós Manolo -, -¡Me alegra de verte Manuel!... en un Madrid, con varios millones de habitantes. ¡Sorprendente!

Cuando me casé en Madrid, no podía faltar Manolo a nuestra boda. Así que nos llevó en su taxi, engalanado para la ocasión, desde nuestro domicilio en la calle de la Bola núm. 2, hasta la Parroquia de Santiago, cercana al Palacio Real.  Después del ágape, nos llevaría a la Puerta del Sol, para hacernos las clásicas fotografías de novios en el Madrid de los Austrias.  Y por último, a un paseo por aquel añorado Madrid, para visitar a su hermana Sor Carmen en el Hospital de Carabanchel. Todo aquel servicio, además, incluyó como regalo un reportaje de fotografías con su vieja máquina. Guardo con cariño esas fotos…

Manolo Ruiz Madueño, recibió siempre la simpatía y el cariño que de nuestro recordado gran poeta local, don Juan Soca, quien se portó muy bien con él y aconsejaba en su sueño de ser poeta. En los ratos libres don Juan, en la Biblioteca Pública Municipal, le enseñaba todo lo concerniente a la métrica, composición de versos, rimas etc. 




En sus últimos tiempos en Cabra, antes de marchar para la provincia de Sevilla al calor de su hermana, que era Monja de la Caridad… Sor Carmen. Tuvimos grandes charlas en casa, donde solía almorzar y me recitó su última poesía, que guardé con interés en mi viejo magnetófono “INGRA”. 



Y unas horas antes de que me hijo mayor naciera, estando en casa, nos recitó el bonito poema de "La perra gorda" dedicado al que iba a venir al mundo. En aquellas horas de espera, tenía en su mente, el convencimiento de que sería una niña y… así aquel poema, se grabó, dedicado a la rosas, por lo que su nombre sería el de ROSA. Finalmente vino un varón, al que llamaríamos… SALVADOR. 

¡QUERIDO MANUEL RUIZ MADUEÑO, AMIGO Y POETA, QUE DIOS TE GUARDE, ALLÍ DONDE TE ENCUENTRES. PARA MI Y PARA MUCHOS,  SIEMPRE SERÁS… CIUDADANO Y POETA,  DE PRIMERA, DE TU AMADO PUEBLO DE CABRA!



sábado, 17 de agosto de 2019

LA “GRANJA”… DE CABRA



Cuando paseamos por nuestro histórico “Paseo” o Parque de Alcántara Romero, perimetrado por cuatro avenidas o calles importantes, en uno de sus dos laterales más largos, se encuentra la calle conocida como "José de la Peña y Aguayo", en cuya casi toda su longitud se encuentran unos modernos bloques de pisos conocidos como “los pisos de la Granja”. 

Los más jóvenes, me refiero a los nacidos de los ochenta en adelante, no sabrán de lo que hablo, pero los anteriores, menos jóvenes, estos sí se acordaran. 

¿De dónde viene este nombre popular de “los pisos de la Granja” ?  Pues, yo se lo voy a contar...

Hubo unos años que la vida en nuestro pueblo era difícil,  muy dura… ¡más que ahora! y nuestros mayores se empeñaban en sacar a España adelante  levantando pequeños negocios e industrias, que ayudaban a salir de la escasez, sobre todo alimenticia.

Aún quedaba muy cercanas nuestras dolorosas guerra civil y mundial, y la posguerra había hecho estragos en la población. Entre estas pequeñas iniciativas empresariales se crearía en Cabra, una nueva, la conocida como la GRANJA AVÍCOLA. Un intento de negocio parecido a lo que hoy en día son multinacionales como la famosa marca Avecren. 

Esta GRANJA AVÍCOLA estaba situada junto a nuestro Paseo “Alcántara Romero”, concretamente en ese espacio “grandote” que forman los llamados “Pisos de la Granja”, a saber, calle Peña y Aguayo; desde la actual “Farmacia González-Meneses” y con anterioridad sede los conocidos "Laboratorios Egabro"; hasta la esquina donde estaba situada la Fábrica de la Carne de Membrillo llamada “Conservas Este”,  otra gran industria, en la que tuve el honor de trabajar más de 20 años y que daba trabajo a más de 300 mujeres y hombres de Cabra, en turnos de ocho horas. 

Una curiosidad, hoy, solo aquellas tres Industrias cercanas, "Conservas Este", junto a “Pallarés Hermanos S.A.” y el Laboratorio Egabro, serían suficientes para cubrir los 600/700 desempleados que actualmente hay en Cabra. 

En la fotografía aérea que inserto en la cabecera de este relato, se pueden ver las diferentes naves que formaban esta GRANJA AVÍCOLA, que alojaban miles de aves, y es de imaginar los miles y miles de huevos que se recogían a diario. 

Además, los responsables de esta importante industria, fabricaban un compuesto similar a los célebres "cubitos" o porciones del caldo mágico conocido como “Caldo Magi” de la firma Avecrén o sea… una pasta dura elaborada con jugo de carne de las aves, muy concentrado y que cortada en unos pequeños dados de algo más de centímetro y medio, diluidos en agua caliente producen un buen caldo o sopa… ¡Más o menos agradable y nutritiva! y que con unas rebanaditas de pan, podían cubrir parte de un almuerzo o de una cena. 

Además, en aquella GRANJA AVÍCOLA también se daba una nueva forma de incrementar “dinerillo” en los bolsillos vacíos de la población joven: el envasado de esos pequeños cubitos, que se hacían a mano, ya que no había las envasadoras modernas. Se envolvían las porciones de caldo concentrado en unos papelitos dorados y plateados… ¡Muy bonitos!, que se les entregaba a muchas personas, que se llevaban a sus propios domicilios. Y en correspondencia recibían un pago dinerario por el envasado de cada unidad, que podrían ser miles. 

Muchas jóvenes egabrenses basaban parte de su economía doméstica, en esta tarea por esa época, que como ahora no era muy bollante. 

Yo personalmente, en cierta ocasión traté de envolver uno de aquellos daditos gastronómicos, y recuerdo que me resultó difícil hacer. 

No quisiera dejar en el tintero que …hubieron ciertas personas, que fueron parte y el alma de aquella “gloriosa” industria. Entre ellos, Antonio Melgar, (aquel gran futbolista del C.D. Egabrense) que ejerción en la GRANJA AVÍCOLA como administrativo, y… al encargado general, Alfonso López Osuna (hermano de Gregorio, mi amigo de tertulia y de Paco López Osuna que se marchó a Jaén como Músico Profesional de la Banda Municipal de Música de esa capital). 

De esta forma, espero que los jóvenes de hoy, queden algo más informados de aquella gran industria que fue la GRANJA AVÍCOLA, desaparecida como tantas otras… "Pallarés Hermanos", "Laboratorio Egabro", "Conservas Este”,  posteriormente la "Coopa" y más recientemente, "Oliveres-Pallarés" ... 


jueves, 16 de mayo de 2019

EL AGUA Y LA LIMPIEZA DE LAS CALLES DE CABRA POR LOS AÑOS 30 Y 50




Hoy me viene a la cabeza un tema muy curioso. ¿Cómo se utilizaba el agua en las casa y cómo se hacía la limpieza de las calles de Cabra en los años 1930 a 1950, años ya remotos de nuestra historia local?
Es sabido que Cabra es población rica en este liquido elemento, hoy muy escaso, como es el agua. Recurso interesante y en estos tiempos, codiciado e imprescindible.
Las viviendas de los vecinos egabrenses, la mayoría eran casas con agua en propiedad, es decir que sus dueños disponían de una importante cantidad de agua, la cual no pagaban. Así pues, las acometidas no tenían corte o grifo, siendo en la mayoría de los casos, un simple tubo de hierro o plomo por el que fluía el agua a todas horas. Y que para menor molestia, las amas de casa de aquella época le solían ponían una cuerda para que el chorro del agua hiciera el menor ruido posible o una tabla empinada que atenuaba el fuerte golpeteo del chorro. 

Al cabo de unos años el Ayuntamiento empezaría a cobrar una tasa por “llevar la conducción” de este preciado líquido desde el manantial de la Fuente del Río a las casas y lo calculaba por el tamaño en milímetros de la sección del tubo de entrada, según constaba en la correspondiente escritura de propiedad.
Además de este suministro, muchas casas tenían su propio pozo. Y en algunas ocasiones se compartían con los vecinos y para ello, incluso en muchos casos se llegaban a dividir con un tabique, que permitía el acceso al mismo por ambas casas.
En los rigurosos veranos de calor, que también los teníamos, era una delicia, el uso público del agua  que se hacía, normalmente, a la caída de la tarde. Entonces unos amables empleados del Ayuntamiento, tenían como misión, con unos escobones de “zaína”, barrer las calles y posteriormente desplegar en ellas unas mangueras de riego de 5/6 centímetros de grosor, con más de veinte metros de largo, que transportaban deslizándolas por el pavimento de las calles, con un peculiar ruido.


Aquellas mangueras se enchufaban en unas rejillas con tapa de hierro que había en todas o…en casi todas las calles de nuestro pueblo, a una distancia ya previamente calculada… ¡Vamos!, como si ello fueran puntos de aprovisionamiento, como hoy las gasolineras en carreteras.
¡Y entonces venía lo mejor!... Estos simpáticos y generosos funcionarios, cogiéndose a la manquera, abrían la salida en dicha rejilla y con la enorme boquilla de riego de bronce pulido y brillante, que medía más de medio metro… refrescaban el ambiente, con un generoso chorro de limpia y fresca agua de nuestra Fuente del Río.




Puedo asegurarles, amables lectores, que entonces se producía un agradable y embriagador olor a “tierra mojada”… ¡que era una verdadera delicia!… que el mejor de los perfumes no lo superaba…-¡ Y les doy mi palabra!. Las calles de Cabra, después de estos riegos quedaban como… los “chorros del oro”.
Yo lo recuerdo perfectamente... En mi casa, en la llamada Fonda Guzmán, frente a nuestro Instituto y la Ermita de la Soedad, había en una pila de piedra caliza muy grande… con uno de esos tubos brillantes metálicos, grueso como un pulgar, del que salía constantemente un chorro de agua durante las 24 horas del día y de la noche, fresca como el hielo y que caía suavemente en una delgada tabla, que de húmeda, parecía de gelatina. Y en la casa de mi entonces novia, había un precioso y pintoresco pozo, junto a hermoso y florido “celindo” que era para pintarlo... cosa que también hice, allá por el año 1950 y que aquí les ofrezco.

Había una persona a la que personalmente le tengo un gran afecto y que fue la viva estampa del funcionario que describo. Es “consuegro” de este “escribidor”, se llamaba Francisco Muñiz Corpas, un modelo de persona por su afabilidad y bondad. Cariñosamente más conocido por “El Campanero”. Desde estas líneas un saludo a sus hijos Paco, Antonio, Juande y Pedro y mi recuerdo y felicitación por aquellas agradables horas de veranos calurosos a los que vuestro buen padre nos los endulzaba con aquel chorro de helada agua.
Así termino este humilde relato que creo pude gustarles. Hace tiempo que no les cuento nada en mi blog, pero ya estoy dispuesto a volver a los “ruedos" de estos personales relatos.


Cabra a 20 de abril de 2019... con la Soledad en la calle.