Mi relación con la Real Archicofradía de Ntra. Sra. de la Soledad de Cabra se remonta a muchísimos años. Que personalmente recuerde desde el año 1936, como se puede ver en las fotografías, en las que aparezco vestido de capuchón (que es como en Cabra llamamos a la túnica o hábito de nazareno o penitente) en compañía de mi hermano Manolo, dos años mayor que yo, teníamos entonces 6 y 8 años respectivamente.
Desde entonces he sido cofrade de la Soledad, y como dato histórico diré que en esos años la Iglesia o Ermita estaba muy deteriorada, porque yo vivía a menos de 20 metros y mi amistad con el santero de entonces de nombre Agustín, que tenía dos hijas y jugábamos con otros niños en la Iglesia porque no había culto, ya que solo era una superficie con nuestra bendita Imagen en el altar mayor y las otras imágenes que aún hay en sus capillas.
Por los años, 40 quiero recordar que Don Manuel Piedra del Real que vivía en la calle Santa Ana múm.3, por su cuenta, acometió una gran reforma y quedó como la hemos visto estos años de atrás, antes de la última restauración por la caída de la techumbre.
He conocido varios y magníficos Hermanos Mayores de la Soledad, entre ellos don Carlos Escofet, el citado don Manuel Piedra y por los años 60 don Juan Antonio Muriel Marín, con este señor colaboré con él en varias legislatura y tuve el honor, a petición de la Junta de Gobierno, de diseñar un boceto de capuchón, que respetando el color de la túnicas blanca, capa y capirote negro, estuviera adornado con unos agremanes que le daban un aspecto más rico en su conjunto. Fui muchos años del equipo que juzgaba las mejores saetas y premiando las de mayor calidad, atendiendo el criterio también del sentir popular, valorando ésto llegábamos a la conclusión de cuál era la mejor saeta y cantaor.
También recuerdo como dato curioso que en esos años de 1936 y 1937 y algunos más, los escudos de las capas negras de nuestro habito tenían tachada con tinta china la palabra REAL y también tachada con tinta negra la CORONA, aunque estos escudos sirvieron varios años después con la dictadura hasta que nuevamente se imprimieron unos nuevos, restituyendo lo borrado. También recuerdo que esos primeros escudos fueron diseñados e impresos en la Litografía de la “Casa del Ancla” en la Fábrica de Envases de la firma Pallares Hermanos.
En la antigua Fonda Guzmán los días del Septenario a la Virgen de la Soledad, se quedaba dicha pensión sin una silla, ya que a las personas que llegaban a casa no se les negaba ningún asiento; muchos años siendo aún un chiquillo al terminar la maravillosa función religiosa yo era el encargado de recibir cada una de las sillas que me iban devolviendo, oyendo la frase repetida de… ¡muchas gracias Rosa!... Rosa era mi madre.
Creo que se deben de recordar estas pequeñas anécdotas que conforman la historia de toda una vida, que en mi caso, y durante mucho tiempo ha transcurrido... cerca de la Soledad.
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