Salvador y Manolo Guzmán
Con uniforme de Pelayos (1937)
No me cabe la menor duda de que no fuimos nosotros, ni mi hermano Manolo, ni yo, los que inventamos la pólvora.
La pólvora fue inventada por los chinos hace muchísimos años antes, al parecer llegó a Europa introducida desde el cercano Oriente Medio, aunque se ha demostrado que en China se conocía desde el siglo IX. En un principio se le llamaba “polvo negro”. Hasta el siglo XIII la pólvora era monopolio de China y a partir de esta fecha se empezó a utilizar en Europa, siendo este explosivo solamente usado para los cañones. A partir del siglo XV ya se empleaba en armas de fuego personales.
Los chiquillos de nuestra época, años 30 y 40 del siglo XX, teníamos a nuestro alcance pequeños fuegos artificiales y bombas infantiles que las vendían en Cabra en una tienda de la calle Córdoba llamada la “Casa de Jiguitos”. Valían una “pasta” y nosotros no teníamos entonces un céntimo. Mi hermano Manolo, que era el inventor de la pandilla, se le ocurrió que podíamos fabricarlas, …¿cómo?...Muy sencillo en la Droguería de la Señora, (La Viuda de Acosta) en la calle Buitrago, compramos unas pastillas de Clorato Potásico que se usaban para curar pequeñas heridas de la boca, y machacándolas las convertíamos en polvo, después le añadíamos azufre y carbón también en polvo. Con estos tres ingredientes muy bien mezclados, fabricábamos nuestra… ¡pólvora!.
En otros momentos, con cañas de la vereda del riachuelo de las huertas altas de la Senda de Enmedio, construíamos unos castillos amarrados con cuerda y en las juntas colocabamos unos saquitos de nuestro misterioso explosivo, los uníamos a otros saquitos con una cuerda mojada en aguacola y emborrizada de nuestra pólvora casera.
Cuando prendíamos fuego a nuestra obra de arte de caña, aquello comenzaba a arder con una bonita llama de color violeta y al poco se consumía entre llamaradas aquel frágil castillo… ¡nuestro invento se había hecho realidad! ya éramos unos auténticos pirotécnicos.
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