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jueves, 13 de febrero de 2014

La familia Arroyo o una historia de emigración de principios del siglo XX


En esta entrada, me gustaría contarles la historia de mi familia por la parte de mi madre, es decir por el apellido ARROYO, aunque bien podría titularse "una historia de emigración de principios del siglo XX".

Pablo Arroyo Toscano era mi abuelo, casado con Carmen Serrano Mora en el año 1890. De este matrimonio nacieron nueve hijos y que cronológicamente se llamaron: el mayor Salvador, le sigue Rosario, Rosa, Carmen, Sierra, Josefa, José, Felipe y Luis. Tanto Carmen como Josefa y Luis murieron siendo aún unos bebés.

Mi querido abuelo Pablo era “cosario”, un pequeño transportista de mercancías en general, de los que viajaban de un punto de España a otro. Concretamente, su zona de trabajo habitual era de Cabra a Málaga y viceversa, estos portes entonces se hacían con carretas tiradas por mulas y de estos animales mi abuelo alardeaba y decían que con ellos corría como una bala. Ello sería motivo para que el pueblo le bautizara con el mote de “Pablo, el de la balita” y su familia igualmente como “los de la balita”.

Por el año 1913, el negocio del transporte le iba bien, pero al poco tiempo comenzó una crisis en este sector y la familia empezó a pasar ciertos problemas en su economía doméstica. Ante esta circunstancia Pablo Arroyo se planteó la posibilidad de cambiar su anterior ocupación y la de emigrar a nuevas tierras que mejoraran dicha situación.

En esos años parecía que la cercana África ofrecía alguna que otra posibilidad para su familia. Y la ciudad de Tánger sería lo que a él le pareció mejor, de esta forma cogió como vulgarmente se dice “los bártulos” y marchó con su esposa Carmen, sus hijos Salvador, Rosario, Sierra, José y Felipe.

Sin embargo Rosa se quedaría en Cabra al cuidado de su tía, llamada Lorenza, que era la propietaria de la casa sita en la calle Pepita Jiménez núm. 5 de Cabra, que por esas fechas era un Lagar-Bodega que comercializaba muy buenos vinos, según opinión de su clientela. Y que algunos años después será la acreditada Fonda Guzmán (título de este blog). Yo recuerdo, siendo aún muy pequeño ver unas tinajas grandísimas en una de las naves, que posteriormente fueron los dormitorios de la familia y también recuerdo verlas sacar a la calle seguramente por haberlas vendido.

Mi madre, Rosa (luego sería más conocida por Mama Rosa) conoció a un joven llamado Antonio Guzmán Pérez, allá por el año 1916. Al tiempo mi tía Lorenza murió y el lagar, que pasó a propiedad de mi madre, se vendió y comenzó nueva andadura como Pensión o Casa de Huéspedes conocida, como antes comenté , como FONDA GUZMÁN.

Mientras que el abuelo Pablo Arroyo y el resto de su familia llegaron a Tánger con buen pie, sus hijos Salvador, José y Felipe comenzaron a trabajar en la acreditada Casa Orbea. En cuanto a la vivienda, encontraron un piso en la calle Esperanza Orellana núm.36, frente al muy conocido Gran Teatro Cervantes, muy céntrico y que estaba muy cerca del Boulevard Pasteur y también de la Cuesta de la Playa.

Poco tiempo después la familia sufrió una gran pérdida: Salvador, el hijo mayor, murió cuando tenía 33 años. Cuenta mi tía Rosario que se encontraba durmiendo y un traidor infarto se lo llevó. Mi abuelo Pablo (el conocido como “el de la Balita”) se marchó a Madrid para operarse de varices y murió en la mesa de operaciones. Fue enterrado en Madrid, en la Sacramental de la Almudena, al no ser posible trasladar sus restos a Tánger. En un espacio de 6 meses murieron padre e hijo.

Esta doble desgracia sumió a la familia en una fuerte crisis económica y mi tía Rosario que era una mujer con gran espíritu emprendedor, además de una magnífica costurera, montó un gran taller de alta costura en la citada vivienda de la calle Esperanza Orellana. Aunque también se ocupaba de dirigir una clase de costura en un Taller de Formación Profesional dependiente de la autoridad municipal de Tánger y para alumnas musulmanas.


En el Taller de Costura de mi tía Rosario, había un buen plantel de costureras, entre las que se encontraban: mi tía Ángeles, esposa de Felipe y mi hermana Rosa. Mi madre consintió que mi hermana Rosa debería quedarse en Tánger para así formarse en una profesión de cara al futuro. Allí creció, recibiendo una buena formación escolar, ya que estudió en el Liceo Francés y se educó en los dos idiomas.

No cabe duda que la tía Rosario llegó a ser una personalidad de alta consideración en la sociedad tangerina. Las mejores familias acudían al Taller de costura de Rosario, desde las señoras extranjeras, como las mejores familias de Tánger, así como las de la comunidad hebrea, muy influyente y considerada en la ciudad. Recuerdo oír hablar a mi tía de su amistad con don Carlos Sirvent, así como del Arzobispo de Tánger, también recuerdo haber oído hablar de la amistad con el Padre Buenaventura, que creo que era franciscano. Me suena oír hablar también de familia Adane, del doctor Beranjer y del Sr. Baglieto que trabajaba en la administración tangerina. Y yo, personalmente, tuve buena relación con sus hijos Carlos, Francisco y Laurita, y recuerdo a su esposa doña Laura Reyes, que solían venir por Cabra y se hospedaban en la Fonda Guzmán.

De la importancia de mi tía Rosario, hay un detalle muy significativo sobre su profesionalidad, en novela titulada La vida perra de Juanita Narboni”, de Ángel Vázquez, se la cita en varios pasajes, un libro que bien retrata a la sociedad tangerina de la época. Rosario Arroyo era una mujer de una gran belleza y elegancia, moriría en Cabra con más de 80 años y usando zapatos de tacón de 8 ó 9 centímetros de altura.

Tánger en esa época estaba considerada como “Ciudad Internacional” y por tanto regida por cuatro representantes, que ejercían como gobernantes de varias nacionalidades. Su importancia como población era extraordinaria, moderna y con un ambiente muy cosmopolita. Los mejores establecimientos comerciales se encontraban allí, sus avenidas o bulevares…entre los que destacaban el boulevard Pasteur, su Estadio Deportivo, Plaza de Toros y sus grandes y famosos hoteles entre ellos el Minzah, el Continental o el Rif; por cierto que en este último, allá por los años 50, en más de una ocasión con mis primas Charo y Herminia, hijas de mi tío José, asistíamos a bailes que se solían dar por las tardes, la entrada era con derecho a una consumición. Otros lugares famosos eran: el Zoco Chico, lugar encantador por su ambiente, el Teatro Cervantes, que en su tiempo era el teatro más grande de África, y curiosamente, la casa de mi familia estaba frente a este teatro.

También debo referir que existía una red ferroviaria importante, que dependía de una empresa francesa y llamada “Tánger-Fez”, que como es de suponer tomaba su nombre del recorrido. En una ocasión, por el año 1954, me examiné para ingresar en dicha empresa con otros jóvenes de mi edad, me quedé en puertas, aprobó en primer lugar un chaval, que creo era el hijo del Jefe de Correos de Larache.
Este tren salía de Tánger y pasaba por algunas ciudades del protectorado español, como Arcila (hoy se conoce como Ashilaj) T,zenín de Sidy Yamani, T,lata de Raisna, Alcazalquivir, y a unos cuatro kilómetros aproximadamente se adentraba en el Protectorado Francés por Arbaua, y Zoco el Arbaa. Su frontera, recorriendo las diferentes ciudades de dicha zona francesa.

En estos años, mis tíos José y Felipe se casaron. El primero se casó con Francisca Tudela Bofante y fruto de ese matrimonio tuvieron tres hijas, Rosario, Herminia y Mari Julia. En cuanto a Felipe se casó con Ángeles Castilla García y también tuvieron su prole, dos hijas: Carmen y Ángeles.
Por esa época mi hermana Rosa conoció a su pareja, un joven funcionario de la Empresa de Teléfonos y Correos, conocida por la “Torres-Quevedo”, se llamaba Luis Vidal Mingorance, nacido en la provincia de Granada, en el pueblo de Atarfe y en su descendencia tuvieron dos hijos: Rosario y Luis. Como se puede comprobar la rama ARROYO fue creciendo bastante por esas tierras norte-africanas.

A finales de los años 40 se produjo en Tánger una nueva crisis económica. Algo tuvo que ver las consecuencias de la Segunda Guerra Mundial, y buena prueba de ello fue que el tío Felipe se quedó sin su trabajo de la Casa Orbea y por consiguiente tenía que encontrar un nuevo empleo. Su esposa Ángeles tenía en Larache un hermano, que era propietario de la Línea de Autobuses denominada “Escañuelas” y, al tiempo, también poseía un Hotel en la ciudad de Alcazarquivir que dista de Tánger unos 80 km. Felipe no lo pensó dos veces e hizo lo mismo que su padre Pablo Arroyo, cogió “los bártulos” y a toda su familia y marchó a la Zona del Protectorado Español de Marruecos.

Felipe que era un hombre emprendedor y muy animoso, se hizo cargo del hotel en arrendamiento. Dicho hotel se conocía con el bonito nombre de Hotel España y estaba situado en una hermosa avenida conocida como Avenida Sidy Alí Bugaleb en la citada Alcazarquivir. El Hotel era un edificio de una sola planta de estilo marroquí-andaluz con un magnífico comedor que parecía trasladado de la Alhambra de Granada. Tenía unas 30 habitaciones amplias y confortables, un pequeño pero agradable Bar donde Felipe atendía a sus numerosos clientes con su natural simpatía y se completaba con un hermoso y amplio jardín con pista de baile. Pero lo mejor de esto era que en su cocina contaba con una fantástica cocinera, nada más y nada menos, que mi tía Sierra; ¡nada más y nada menos que la mejor cocinera del mundo! Sus guisos eran celebrados por su clientela, especialmente por las esposas de los numerosos militares que vivían en aquella la ciudad.

Yo tuve la suerte de que hice el servicio militar en Marruecos y precisamente en la ciudad de Alcazarquivir. Fui soldado en las llamadas Intervenciones Militares o Mejaznía y al no tener allí un acuartelamiento propio, lo resolví viviendo con mi familia en el citado hotel. Una vez licenciado me quedé en el hotel como administrativo pero con contrato de trabajo, ya que mi tío tenía en mente ampliar su actividad hotelera y contaba con mi ayuda para llevar a cabo su idea de alquilar un local en la vecina ciudad de Larache, un restaurante situado en el cruce de carretera de ambas ciudades, donde yo me encargaría del nuevo negocio mientras mi tío se ocupaba del Hotel España. Sin embargo, todo se vino al traste debido a la dichosa independencia que trastocó el sueño que teníamos. En el año 1955, yo me vendría a Cabra definitivamente, para trabajar en mi antigua ocupación en la empresa de Conservas Este, de la que ya le hablaré en otra ocasión.

Poco tiempo después de aquellos años, mi tío Felipe sufrió un grave infarto coronario y a los pocos días falleció. Su viuda, mi tía Ángeles, se quedó al frente del Hotel unos años más y en vista de las dificultades que en el nuevo país se le presentaba optó por traspasarlo y venirse a Cabra para hacerse cargo del nuevo negocio que concertó con mi madre Rosa y que le cedió la Fonda Guzmán que para ello fue reformada y mejor acondicionada. Por tanto, parte de la familia Arroyo que en su día emigró para Marruecos retornó a su patria chica y mi tía Ángeles con su hija Angelita y mis tías Rosario y Sierra comenzaron una nueva etapa de su vida en Cabra. Esto ocurriría por el año 1960, si mal no recuerdo.


Así pues, aquella aventura que un día emprendió mi abuelo Pablo Arroyo Toscano en la segunda década del siglo XX, comenzó a evaporarse y es que la hermosa ciudad de Tánger se había transformado en otra cosa. Dejó de ser la ciudad internacional de maravillosa convivencia de culturas y religiones, cristiana, musulmana, hebrea...

Sí, seguiría y sigue siendo, una bonita ciudad, pero no la que en su día fue... aquella ciudad cosmopolita y visitada por toda clase de personalidades y artistas, cineastas… que durante la década de los 40 llegó a ser célebre por las actividades de espías internacionales y su ambiente glamouroso y exótico.

(Continuará...)

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