La primera vivencia la recuerdo por los años
40, cuando estaba en el Instituto “Aguilar y Eslava” estudiando aquel Bachillerato
de siete cursos más la temible Reválida. En ese tiempo la persona encargada del mantenimiento del reloj de la Parroquia, era
la Relojería Valero, de la calle San Martín.
Este pequeño acontecimiento era una gran
aventura para mí, un chaval de entre 13 y 14 años. El hecho de poder subir a lo
alto del hermoso campanario de mi pueblo y contemplar, desde esa altura su
bella panorámica, me hacía sentir como si lo estuviese viendo desde un avión.
También se divisaba parte de la comarca y disfrutaba con la grata compañía de
estos dos amigos.
Esta torre, en tiempos de nuestra Guerra
Civil fue “Refugio” contra los bombardeos por aviones de la República. Aviones que
sumieron al pueblo de Cabra en una tragedia. Era el mes de noviembre de 1938,
causando un irreparable dolor. Con la pérdida de más de cien muertos y
doscientos heridos.
Dos hijos del recordado Francisco Muñiz Canela “El Campanero”… fueron los que ofrecieron el último repique de campanas al pueblo de Cabra, el mismo Día del Corpus del año 2000. (Juan de Dios y Pedro).Por cierto que Juan de Dios, familiarmente conocido como Juande, es el marido de Nuria, la menor de mis hijas.
Esta otra vivencia que os relato a continuación, también ocurrió en esos años lejanos de 1940. Mi familia residía en la ciudad de Tánger, ello durante la Segunda Guerra Mundial, y… en aquellos tiempos los judíos ya estaban perseguidos por los nazis en los países de Centro-Europa.
Los judíos polacos, sobre todo los
comerciantes, huían de ese terror y llegaban a Tánger, que era entonces una
ciudad internacional. Venían cargados de mercancía, entre ello cantidad de Relojes de pulsera, que los vendían ¡por
kilos!... así como las máquinas de escribir.
Tanto era así, que casualmente
alguien de mi familia vino a Cabra en una de sus frecuentes visitas. Estos
viajes los aprovechaban para traernos cosas que no había en España. Pues en
esta ocasión entre todas esas cosas que nos trajeron, venían unos cuantos relojes de pulsera, unos siete u ocho, todos
preciosos. Supongo que serían poco más de medio
kilo. Yo no pude quedarme con ninguno, por ser el más pequeño de mis
hermanos (tendría aproximadamente unos siete años). La verdad es que sufrí un
gran desengaño. Sin embargo mi hermano Manolo recibió uno. Yo, de vez en cuando,
le decía ¡Manolo, préstamelo para que me lo ponga un ratito!
En el año 1956 me casé en Madrid. Tras la ceremonia en la Iglesia de San Pelayo, se celebró el desayuno de boda, que era la costumbre en esa época. Después nos hicieron el reportaje fotográfico. Por cierto, que el fotógrafo era muy renombrado en Madrid y tenía el estudio en la Puerta del Sol.
Mientras esperábamos
en dicho Estudio de Fotos esperando en su terraza pacientemente. Momento que fue
aprovechado por Manuel para hacernos un par de fotos de otro reportaje de la
boda y en el exterior, con su máquina fotográfica. Como fondo… el famoso Reloj que vemos en las Campanadas de Nochevieja desde hace ya
muchísimos años.
En el año 1994 estuvimos en Francia mi esposa
Otilia y yo, visitando a mi hija Ori su marido y… mi nieta Marina. En ese
tiempo su esposo trabajaba en el Centro de Investigación del INRA, en Jouy-en-
Josas, muy cerca de Paris. Hicimos una excursión al Monte San Michel en el
noroeste de Francia. Uno de los lugares más turísticos y visitados del país
vecino.
El regreso lo hicimos
pasando por Rouen. En esta ciudad está el “Gros-Horloge…
o Gran Reloj”. La calle donde se encuentra tiene un encanto
sobrecogedor. El reloj está bellamente decorado y… se encuentra sobre un
campanario gótico. Su mecanismo es de los más antiguos de Europa, y curiosamente,
en la actualidad todavía se encuentra en
total funcionamiento. El resultado es una
obra de arte de incalculable valor, belleza y antigüedad, ya que data de 1400.
Termino este relato, confesando mi vinculación y fascinación
por este pequeño gran objeto, medidor del paso del tiempo pero
lamentablemente, incapaz de retenerlo.
Y aprovecho, además, para agradecer a todas las personas que me habéis expresado vuestras condolencias por el reciente fallecimiento de mi querida esposa, Otilia Moral Arévalo. En mi nombre y en el de mis hijos gracias a todos...
MARCEL PROUST