Fue una gran amistad, la que me unió con Manuel Ruíz Madueño, más conocido como “El Cordobés”. Una amistad que comienza allá por los años finales de 1940 y comienzos de los 50. Que comenzaría por la amistad mutua que tenía con su familia y, especialmente, con su madre, la simpática Rafaela "La Cordobesa", que vivía a final de la primera calle de la Cruz. Por cierto, la propia Rafaela tiene un anecdotario muy extenso y variado que otro día les contaré.
Pero vayamos al tema que nos ocupa. Son muchas las anécdotas e historias que me contó y otras que yo viví, en primera persona, con este buen amigo:.
De la "mili”… me contaba algunas muy sabrosas. Como que por pertenecer a la Quinta del 40 o 41, los movilizaron con unos 18 años y los tuvieron movilizados durante 9 años. Me decía que a su final… eran poco más o menos como la anarquía de un ejército mexicano. Pasaban los oficiales por su lado y ellos actuaban sin marcialidad, nada de saludos, mal trajeados y con cara de de “pocos amigos”.
Contaba también que llegó a trabajar en un hospital, como enfermero... y por las noches, cuando alguno de los pacientes,dormía un buen sueño, con otros de su calaña iban al WC y… con un palito untado de “caca” se lo pasaban por el bigote al “ paciente durmiente”. Para ver a la mañana siguiente la reacción de asco que tenía al despertar y comprobar el “olorcito” que desprendía el ambiente.
Por otra parte, formábamos un grupo de amigos muy aficionados al cine, éramos, prácticamente, de “función diaria”. E íbamos siempre a la segunda función del Cine Principal, al “segundo gallinero”. Siempre los de costumbre, entre ellos mi gran amigo Jaime Vivar Gómez y… ,como no, Manolo Ruiz Madueño, el poeta.
Un día de tantos, estábamos sentados en la última fila de asientos corridos del llamado “gallinero” y, un espectador...ya entrado en años y de profesión barbero, algo pasado de copas, cayó en un verdadero “sueño pesado” viendo la película. ¿Qué se nos ocurrió ?…Al término de la función, “cuchicheando” muy bajito, nos fuimos saliendo muy despacio de la sala de Cine, sin hacer ningún ruido. Nnormalmente, al final de la proyección el acomodador hacía la comprobación de que la sala quedaba vacía. Pero en aquella ocasión, lo convencimos de que no quedaba nadie. ¡¡ Y así lo hizo!!...
De madrugada, desde una de las últimas ventanas del Cine Principal, el embromado durmiente, daba gritos de desesperación para que abrieran las puertas del local y poder salir a la calle. Pasaron horas para que los propietarios del cine de la Empresa Guerrero, mandara al personal para que “liberaran” a nuestro Barbero, quec creo recordar de apodo o mote le lamaban “Chorizo”.
Manolo “El Cordobés”, era un tipo guasón además de poeta. Me contaba que las autoridades de nuestro pueblo no le tenían mucha simpatía, incluso en algunos conocidos establecimientos, no estaba bien visto por su carácter sarcástico y bohemio. Por eso llegó a imprimirse unas curiosas tarjetas de visita que decían:
MANUEL RUIZ MADUEÑO
Ciudadano de tercera
C/. De la Cruz CABRA
Era tal la amistad que llegué a tener con Manolo "El Córdobés", que en la época que él trabajaba en Madrid como fotógrafo ambulante y después como taxista, siempre que iba a la capital de España lo buscaba y solíamos dar largos paseos por aquel Madrid de los 50 y 60. Y lo normal en aquellos largos paseos era, que una infinidad de personas lo saludaran con un…–¡Adiós Manolo -, -¡Me alegra de verte Manuel!... en un Madrid, con varios millones de habitantes. ¡Sorprendente!
Cuando me casé en Madrid, no podía faltar Manolo a nuestra boda. Así que nos llevó en su taxi, engalanado para la ocasión, desde nuestro domicilio en la calle de la Bola núm. 2, hasta la Parroquia de Santiago, cercana al Palacio Real. Después del ágape, nos llevaría a la Puerta del Sol, para hacernos las clásicas fotografías de novios en el Madrid de los Austrias. Y por último, a un paseo por aquel añorado Madrid, para visitar a su hermana Sor Carmen en el Hospital de Carabanchel. Todo aquel servicio, además, incluyó como regalo un reportaje de fotografías con su vieja máquina. Guardo con cariño esas fotos…
Manolo Ruiz Madueño, recibió siempre la simpatía y el cariño que de nuestro recordado gran poeta local, don Juan Soca, quien se portó muy bien con él y aconsejaba en su sueño de ser poeta. En los ratos libres don Juan, en la Biblioteca Pública Municipal, le enseñaba todo lo concerniente a la métrica, composición de versos, rimas etc.
En sus últimos tiempos en Cabra, antes de marchar para la provincia de Sevilla al calor de su hermana, que era Monja de la Caridad… Sor Carmen. Tuvimos grandes charlas en casa, donde solía almorzar y me recitó su última poesía, que guardé con interés en mi viejo magnetófono “INGRA”.
Y unas horas antes de que me hijo mayor naciera, estando en casa, nos recitó el bonito poema de "La perra gorda" dedicado al que iba a venir al mundo. En aquellas horas de espera, tenía en su mente, el convencimiento de que sería una niña y… así aquel poema, se grabó, dedicado a la rosas, por lo que su nombre sería el de ROSA. Finalmente vino un varón, al que llamaríamos… SALVADOR.
¡QUERIDO MANUEL RUIZ MADUEÑO, AMIGO Y POETA, QUE DIOS TE GUARDE, ALLÍ DONDE TE ENCUENTRES. PARA MI Y PARA MUCHOS, SIEMPRE SERÁS… CIUDADANO Y POETA, DE PRIMERA, DE TU AMADO PUEBLO DE CABRA!
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