Los tórridos veranos en Cabra, en mi casa de la Fonda Guzmán, los pasábamos en el portal, que era el sitio más fresco.
Por la siesta, allí ponían la tertulia parte de los
hospedados, entre ellos mi cuñado Rafael Mesa Fernández, Francisco Llamas,
Niceto Diana, Fernando Andrade, Alejando Navarrete, Manuel Gálvez, y parte de
la familia, como mis hermana y hermanos: Carmen, Pablo, Isabel, Manolo, y algunos
más.
Yo acostumbraba de vez en
cuando a llevarles vasos de agua… vasos limpísimos de agua cristalina, que
manaba las 24 horas por el caño de la fuente del patio, que era un simple tubo
metálico, sin grifo ni demás “zarandajas” de corte, y que para que no sonara tenía una tabla en
declive o una cuerda que atenuaba el ruido del chorro de agua.
Y entonces sucedía. A media tarde el silencio se rompía con la fuerte y sonora voz de nuestro querido
Vicente Verdú,…“el Ché”, pregonando su riquísimo helado, transportado en un
carrito de dos rueda con sus brillantes tapaderas de cucurucho resplandeciente
como la plata.
Una de sus paradas era en
la puerta de la Fonda, en la que entraba a dar las buenas tardes… yo le
arrimaba un vaso de fresca agua, que me agradecía, y él nos regalaba con un
trozo de canción de zarzuela o de un tango, con su magnífica voz.
A finales del verano y en
los primeros meses del otoño, por las calles de Cabra, se escuchaban muchos
pregones, que anunciaban productos que llegaban hasta nuestras casas. Entre muchos,
estaban: los barquillos de canela, las patatas fritas en bolsas de papel, los
amoladores de cuchillos y tijeras con su toque de la típica flauta… y recuerdo
uno muy original que ofrecía:
¡¡El
barquito que navega con alcanfor… En un
plato o fuente con agua… Él solo y vale una peseta, y… dos, un submarino… día y
noche navegandooo!!
En cuanto a oficios que
entonces eran muy habituales estaban, las barberías, los zapateros… prácticamente
se han perdido o casi perdidos muchos de ellos. Y en Cabra había verdaderos
artistas, como los latoneros, las herrerías para calzar herraduras de animales
de carga, corseterías, peinadoras a domicilio, silleros... como el padre de mi
recordado amigo Vicente Roldán.
Todos artesanos locales, famosos en toda España, como acreditaban los agentes comerciales, que pateaban todos los comercios del pueblo a
diario.
Es comprensible que el
devenir de los tiempos se impone; hoy se trata de producir y de economizar, al mismo tiempo. Y por tanto se imponen nuevas formas de
ventas, grandes superficies que destrozan al pequeño comercio, o las ventas por
INTERNET, un nuevo sistema de compraventa que en los próximos años se impondrá
de una forma colosal.
Magnífica evocación. Gracias
ResponderEliminarVuestros comentarios me dan alas para seguir "volando" con estos relatos de pasados tiempos. Afectuoso saludo
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