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martes, 15 de agosto de 2017

Don Ramón Pérez Ortiz, bedel y portero mayor del Instituto Aguilar y Eslava




El término bedel, ordinariamente, se refiere al trabajador que en ciertas oficinas o despachos desempeña funciones auxiliares o subordinadas. En su etimología, proviene del provenzal “bedel” y a su vez del franco “bidil” que quiere decir ujier o portero de un palacio.

Aunque su acepción más generalizada se refiere, a la persona encargada de custodiar y cuidar del orden en una institución educativa, aunque también desempeñaba otras funciones auxiliares en los centros de enseñanza. 


En una definición más arcaica se definía al bedel como "ministro a quien incumbe por su empleo o bedelía, celar o vigilar la diaria asistencia de los escolares a las aulas en los institutos y universidades, advertir los días de asueto o vacaciones, citar para las juntas, etc..." 

El cualquier caso, el bedel de los antiguos centros educativos, como era el caso del Instituto-Colegio de Aguilar y Eslava, era una persona imprescindible para su orden y buen funcionamiento. Y sin duda , uno de los bedeles más significados y recordados de la historia del Instituto de Cabra, es Ramón Pérez Ortiz. 


Como se escribió hace años en una semblanza de su persona en la prensa local egabrense:

"(...) Aunque don Ramón Pérez nació en Carcabuey en el año 1897, desde los 25 años se vino a vivir a Cabra.

Ingresó en Telégrafos, pasando posteriormente a nuestro Instituto Nacional de Bachillerato “Aguilar y Eslava”, donde trabajó como Bedel y después como Portero Mayor. Permaneció hasta el año 1967 que pasó a jubilado al cumplir la edad reglamentaria de 70 años.

Ramón fue un hombre atento cien por cien y sencillo, siempre a la brecha en el trabajo hasta el mismo instante de su jubilación. Ejemplar padre de familia tuvo la satisfacción de comprobar que sus esfuerzos no fueran baldíos, cristalizado en un puesto de bastante responsabilidad alcanzado por un único hijo Paco, por el que sintió un lógica satisfacción y cariño.

Falleció el 15 de septiembre de 1978, tendría 81 años; con el dolor de su familia y el sentimiento profundo de todos sus compañeros, así como del alumnado, que sintió esta pérdida como propia y recordando los desvelos que Ramón tuvo para todos nosotros”.


Yo como antiguo alumno de nuestro tricentenario instituto, recuerdo a don Ramón con mucho respeto...

Me viene a la memoria, recuerdos de principios de la década de los 40, de aquellos días en los que cuando hacíamos “rabona”, a una o varias clases, nos íbamos al Campo Chico. 


En aquel campo de deportes y huerta del Real Colegio acudíamos a jugar con la pelota de goma o a coger fresas de las que criaba el Guarda de aquel campo, Francisco Mesa Ballesteros y sus hijos Francisco, Manolo, Carmen (que murió con 11 añitos), Vicente y Federico, estos últimos también compañeros de juegos. 

En algunos de esos momentos que estábamos en el Campo Chico, de pronto aparecía Ramón, el Bedel, para ver quiénes éramos los “infractores” de faltar a clase. Entonces el bueno de Ramón, nos afeaba nuestra actitud y nos amedrentaba con decírselo a nuestros padres o a los profesores, a lo que respondíamos prometiéndole no volver a faltar más a clase.


Aquel era Ramón, uno de nuestros bedeles, al que nunca en vida le pudimos agradecer su celo y preocupación, pero de sabios es rectificar; y ahora, que ha pasado tanto tiempo, nos damos cuenta de que muchos le debemos eterno agradecimiento por haber contribuido con su trabajo a nuestra educación y formación.

Mi agradecimiento a la familia Pérez Valenzuela por haberme facilitado las fotografías que aquí reproducimos.