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viernes, 6 de diciembre de 2013

LA TUNA

Pequeñas Historias del Marruecos Español (II) 


Vuelvo de nuevo a contaros una de mis “pequeñas historias de Marruecos”, que creo son entretenidas y que a mí, como a otros, nos pueden hacer rejuvenecer a través de los recuerdos.

Ocurrió un día del verano del año 1953. Los veranos en ALCAZARQUIVIR eran de órdago, ya que la temperatura podía llegar a alcanzar los 56 grados a la sombra. Esto sucedía especialmente, cuando además soplaba un viento del desierto al que llaman sirocco, y que solía durar 3, 6 ó 9 días. Como dato curioso, os contaré que si ibas por la calle a las tres o a las cuatro de la tarde y llevabas la espalda empapada en sudor, te acompañaban irremediablemente cientos de moscas que conforme andabas te sobrevolaban como un enjambre a modo de una aureola, que al pararte “aterrizaban” todas a la vez sobre tus espaldas, así que la gente allí al verlas parecíamos santos con halos de moscas a cuestas.

Pero prosigo con la historia. Por mi condición de militar, me encontraba de guardia, al ser domingo, en las oficinas de la Intervención Comarcal. Estas guardias sólo las hacíamos los soldados oficinistas que prestábamos servicio allí; los funcionarios que pertenecían a este centro eran miembros de la Hacienda española y tenían su horario normal de este cuerpo.
Estas guardias eran de 9 de la mañana hasta las 10 de la noche y además del oficinista de guardia le acompañaba un radiotelegrafista que era quien transmitía las novedades y un ordenanza musulmán. Serían alrededor de las 2 de la tarde, y en mi departamento andaba yo escribiendo una carta a “mi parienta” del pueblo cuando noté una agradable pero lejana musiquilla, que al principio creía que era cosa de mi imaginación, pero que al cabo de un rato, aquello que parecía un susurro fue creciendo y creciendo en intensidad, hasta convertirse en un maravilloso estruendo, fuerte, ruidoso... sí era una música española muy conocida... ¡claro!... ¡era el pasodoble “España cañí”!

Me levanté corriendo hacia el vestíbulo de la Intervención y me encontré perfectamente engalanada a toda UNA TUNA. Era la Tuna Universitaria de Murcia con sus tradicionales trajes negros, sus cintas de colores y sus escudos de fieltro sobrepuestos. Aquello fue para mi algo emocionante. Cuando terminaron de tocar se presentaron, eran estudiantes universitarios murcianos que venían a Marruecos en viaje de fin de carrera. Así que de inmediato subí al piso del Comandante Interventor, don Vicente Ibáñez, para ponerle al corriente de aquella visita, quien bajó a saludarlos deseándoles su mejor estancia en la ciudad.


Una vez se marcharon los tunos hacia el centro de Alcazarquivir, volví a mi trabajo, ya más tranquilo pero aún emocionado de aquella magnífica sorpresa, de comprobar que en un país extraño el sentimiento que te produce sentirte español se hace mucho más profundo; y en particular de la melancolía que se siente recordando y añorando tu pueblo y a tu gente.

Todavía recuerdo el "parte" que envié al final de la jornada por radio a la Territorial de Larache y que fue el siguiente: “SIN NOVEDAD, SOLAMENTE LA VISITA DE UNA TUNA DE MURCIA EN VIAJE DE ESTUDIOS...”

Y hasta aquí otra pequeña historia, que espero haya sido del agrado de todos los que se acercan a este sentido rincón para el recuerdo.



LEPRA

 Pequeñas Historias del Marruecos Español (I)


Con esta pequeña historia inicio una serie de vivencias en el antiguo Protectorado Español en Marruecos por los años que van de 1950 a 1955, una vez terminado el servicio militar obligatorio que todos los españolitos de a pie teníamos que pasar, y que yo, particularmente, reconozco que no me pesa haber pasado.

Y es que una vez terminé aquel periodo militar, me quedé como residente en el antiguo Protectorado, que por entonces estaba convulsionado por la fiebre independentista marroquí. En aquellos tiempos los alauitas mantenían, prácticamente una guerra abierta con Francia en su zona, que como se sabe estaba casi unida a la zona española, pues solo nos separaba una débil frontera a la altura del Zoco Arbaa en la que yo me encontraba, concretamente en la ciudad de Alkazarquivir. Allí trabajé como administrativo en un negocio de hostelería y bajo el amparo de unos familiares que llevaban establecidos en Marruecos desde principios del siglo pasado, primeramente en la zona Internacional de Tánger, allá por los años 20, y posteriormente en la citada ciudad de Alkazarquivir.

Pues bien, volvamos a la historia... Estaba por esas fechas trabajando para las Auntoridades Militares en la Intervención de ciudad de Alkazar, como escribiente pero perteneciente al Cuerpo de Intervenciones Militares o Mejaznía Armada, que también se llamaba así, como personal militar pero en un trabajo de administración, que implicaba que no teníamos cuartel ni tampoco uniforme, aunque lo que sí teníamos era una bonita paga todos los meses, y un jefe superior, que en mi caso era un Comandante Interventor Comarcal.


Un buen día me asignaron un trabajo como ayudante de un médico de la localidad, que no era militar, llamado Dr. Pachón; un señor de unos 50 a 60 años, bajito, regordete y muy miope, a juzgar por las gafas de culo de vaso que llevaba. Entonces teníamos por misión efectuar un censo de musulmanes afectados por la terrible enfermedad del glaucoma, que como se sabe, sin atención médica, termina por desembocar en la ceguera total. Una ceguera que afectaba a una gran cantidad de nativos, así que este trabajo había de hacerse en todo el Protectorado. Nuestra zona abarcaba toda la comarca de Alkazarquivir con los poblados de T´lata de Raisana, Mexerá, Tatoof, Auámara y Alkazar ciudad. Pues bien, en este poblado citado de Auámara, poblado que en la Guerra de Marruecos, unos años antes, fue muy conocido porque hubo instalado un pequeño aeropuerto militar, nos encontrábamos trabajando en un pequeño edificio de una planta.

El Dr. Pachón, al cabo de un día, examinaba a una cantidad importante de pacientes, generalmente ancianos musulmanes, para detectarles la enfermedad de visión que tenían y de la cual que yo iba anotando en unos cuadrantes: nombre....edad.....sexo...etc., por cierto, que en el cálculo de la edad era muy curiosa la forma de determinarla, para ello nos basábamos en 3 o 4 acontecimientos importantes ocurridos en aquellas tierras, y que nos servían de referencia; por ejemplo: la Guerrra de Melilla..., la Guerra del 21..., la Guerra Civil Española...

A través de un intérprete indígena preguntábamos ¿qué edad tiene?.... y nos contestaban...- cuando la Guerra de España yo era “chivani” (viejo)- entonces yo calculaba si en el año 36 era mayor.... en el año 1953 tendría....75 ó 77 años (60 más 17). Otras decían: - cuando la Guerra de Melilla yo era una “laila” (niña)-, yo calculaba del 21 al 53 van 32 años más 10 que tendría como niña, pues....42 años; y así nos íbamos entendiendo.



Pero el caso curioso de esta pequeña historia fue que cuando el Dr. Pachón se encontraba examinando a una anciana musulmana que era totalmente ciega, pues el maldito glaucoma había hecho presa en ella, cogiéndola por un brazo el médico me dice - mira Salvador este caso -y con un alfiler grande, más bien un fino estilete, le atravesó la piel, de parte a parte, y la anciana ni se inmutó. Volvió a pincharle de nuevo y le preguntó......- le duele....... y respondía la vieja mora- nada –. Entonces el Dr. Pachón me miró y me dijo: - Mira Salvador, esto es un claro ejemplo de lepra-. A mí, se lo pueden imaginar, se me encogió el alma. Pues ya sabemos la aprensión y el miedo que produce esta enfermedad bíblica, que ahora en la actualidad no causa tanto sobresalto a causa de los avances médicos, pero que hace cincuenta años, todavía entonces era terrible.

Ver directamente un caso de lepra, me causó una honda impresión y la verdad es que esta anécdota ocurrida hace ya algún tiempo, no se me olvidó nunca. Esta y otras pequeñas historias son las que les contaré en próximos números, que por ser curiosas y estar vivas en mi memoria, me resisto a que pasen al olvido.


Salvador Guzmán Arroyo

LA FONDA GUZMÁN Y EL INSTITUTO AGUILAR Y ESLAVA



Siempre existió una gran vinculación entre la Fonda Guzmán, también llamada Pensión o Casa de Huéspedes, con el entrañable Instituto “Aguilar y Eslava” de Cabra desde los primeros años del pasado siglo XX. Una relación que le vendría, no solamente por su proximidad, ya que la Fonda estaba frente por frente al centro educativo en la calle Pepita Jiménez, sino también por otras circunstancias que a continuación explicaré.

Como quiera que nuestro Instituto, por esos años, era el único centro de bachillerato de la zona sur de la provincia de Córdoba, a él acudían muchísimos estudiantes  de la comarca para examinarse. Esto significaba que en el mes de junio y septiembre, cientos de chavales pasaban por nuestra ciudad y algo muy importante que aquello comportaba, que tenían que comer aquí. Por consiguiente, la situación del Instituto tan próxima a la Fonda Guzmán, era motivo más que suficiente para que las ollas y cacerolas de Mama Rosa, dueña y alma del establecimiento, echaran  humo, y los cocidos y potajes fueran a parar a los estómagos agradecidos de la mayoría de aquellos jóvenes examinandos.

Creo recordar que de una academia de la vecina ciudad de Lucena, regentada por un magnífico y simpático maestro llamado don Pedro Álvarez, todos sus alumnos comían en la Fonda, y para ello previamente D. Pedro llamaba a Mama Rosa para indicarle número de plazas a reservar.
        
Además de este vínculo de la Fonda con el Instituto existiría otro, que era que llegado el mes de mayo o junio coincidiendo con el final de curso, y cuando quedaban pocos alumnos en el Internado del Real Colegio y sus comedores cerraban, entonces los pocos que quedaban pasaban a ser atendidos también por la Fonda.

Igualmente el Capellán del Real Colegio y Profesor de Religión, don Diego Villarejo Pérez, que pasaba todo el verano viviendo en el Internado del Instituto, hacía todas las comidas en la Fonda, al cuidado de Mama Rosa, que por añadidura le preparaba exquisitos platos que el benemérito sacerdote saboreaba y agradecía. Y más de una vez me tocó a mí ser el  proveedor de aquellas comidas, que llevaba en las  tradicionales “fiambreras” con sus humeantes ascuas en el seno de abajo para que no se enfriaran. Y también, más de una vez, recibiría alguna que otra “propinilla” por aquel delicado trabajo...

También recuerdo de este vínculo Instituto-Colegio y la Fonda Guzmán, que en los años de la Guerra Civil fueron alojados en el Internado del Colegio una importante cantidad de soldados italianos que también comerían en el almuerzo en la Fonda, en un número cercano a las 300 plazas, en un horario que iba de 11 de la mañana hasta las 4 o 5 de la tarde. Entonces, mi hermana Carmen Guzmán, que era la mayor de la familia, se ocupaba de la coordinación de esta operación, de lo que había que preparar, la forma de suministrar tantos servicios para los dos comedores de la Pensión, además del patio e incluso la puerta de entrada, así como lo más importante del aquel operativo: el cobro de las comidas... 

"Pasta chuta” (fideos),   "uova con patate"  (huevos fritos con patatas), eran las comidas más celebradas por aquella  tropa extranjera. Y mi hermana Carmela era un lince, cuidando que no se fuera nadie sin pagar, manejándose  en su propio idioma, el italiano, que lo hablaba perfectamente; tanto, que pareciera que hubiera nacido en las mismísima  Roma, Florencia o Nápoles.

Por último, en estos días que se conmemora el 80 aniversario de la inauguración de la fuente y del monumento de Aguilar y Eslava (1933-2013) y con este motivo quisiera contarles una simpática anécdota que yo oí en mi casa por primera vez  cuando tenía seis o siete años.

Ocurriría por el año de 1932, en octubre, cuando vino al Instituto el entonces presidente de la República, don Niceto Alcalá-Zamora y Torres en visita oficial, y cuando para exornar los arriates de la plaza del Instituto, los jardineros del Ayuntamiento plantaron muchas macetas donde solo había tierra y mala hierba.

La anécdota la protagonizó un conocido y peculiar hortelano, llamado Antonio Luna, que tenía su huerta más abajo del llamado Fútbol chico, y que además de hombre de campo era un popular poeta… 

Sucedió que aquel hortelano poeta, conocido por su excentricidades y ocurrencias, al pasar por calle Pepita Jiménez y ver los jardines “puestos de largo” con sus preciosas y aromáticas flores, se le ocurrió que aquello no estaba bien del todo, y sin dilación se dirigió a su huerta cercana y en su pequeña borriquilla, ya de madrugada, volvería al instituto para desenterrar aquellas flores y macetas, y sustituirlas por productos de su huerta, llenando los jardines de la plaza de coles, escarolas, zanahorias ...  y que de esa manera el señor Presidente pudiera ver dignos vegetales  representantes de nuestra tierra y no unas cursis flores de maceta, que nada gustaban a aquel simpático y ocurrente hortelano al que todos conocían como “el Loco Luna”.

El final de esta historia, tal como se contaba en mi casa es, que amaneciendo el día de tan importante visita, las autoridades ante aquel desastre de jardín convertido en huerta, mandaron rápidamente desenterrar las hortalizas y reponer las plantas florales de nuevo. Por cierto, el forraje de aquellas hortalizas lo meterían a toda prisa en el portal de la Fonda y el causante de aquel desaguisado, el citado Antonio Luna, fue puesto a buen recaudo en la cárcel del pueblo. 

Y colorín colorado, esta anécdota sea cierta o no, a mí así me la contaron...


miércoles, 13 de noviembre de 2013

Saludo



"Cada hombre es una historia que no se parece a ninguna otra". (Alexis Carrel)


A partir de ahora en FONDA GUZMÁN daré a conocer muchos datos, imágenes e informaciones de lo que ha sido mi vida y la historia de mi familia, la familia Guzmán, vinculada tradicionalmente al establecimiento comercial que tuvo en la ciudad de Cabra (Córdoba) durante muchos años, y que fue punto de encuentro y referencia importante en la historia de un pueblo,  en un periodo cronológico apasionante que va desde finales del siglo XIX hasta las postrimerías del siglo XX.

Espero y deseo que les puedan resultar interesantes los comentarios, artículos, reflexiones y recuerdos personales que vaya publicando. Mi único propósito es que mis informaciones puedan servir para conocer mejor una historia personal y familiar, que en cierta forma es también parte de esa historia común y a la que hemos contribuido, aunque sea humildemente, y que ha servido para construir este presente.

Gracias por acceder a este blog y bienvenidos...